Existe la sensación muy extendida -al menos en los foros políticos y periodísticos de Madrid- de que el Gobierno de Zapatero hace muy poco contra la crisis económica. Se le clavan adjetivos muy explícitos: paralizado, desbordado, quemado, sin ideas… También se insiste con machaconería en que nuestra crisis es la «más profunda de todas» por el hecho diferencial que supone padecer un gobierno y un presidente «tan penosos». ¿Es esto cierto? Evidentemente, no. Pero el gobierno, su partido, sus líderes nacionales, regionales y locales y sus entornos de influencia hacen poco para remediarlo. Aprueba semana sí, semana también paquetes de medidas para paliar (y reconducir) la riada, y efectos más dramáticos, de la crisis pero duran en los titulares de los noticieros ese tiempo exacto que hace imposible recordarlos mañana. Así las cosas, sin recuerdo no hay memoria y sin memoria no existe nada. Y en esas estamos: tenemos la sensación de que el gobierno no hace nada.
Este es un fenomenal problema de comunicación. El gobierno recibe estulto los aludes de críticas y descalificaciones de sus políticas sin casi hacer nada. Callado y a sus cosas, responde con silencios de pesadumbre y nuevos paquetes de medidas. Esa es su política de comunicación. Piensa que los buenos hechos acaban por salir adelante y que las mejores políticas, a medio y largo plazo, terminan por imponerse a las actividades más agresivas como el marketing o la propaganda. También se ha creído ese descubrimiento de la sociología política norteamericana de que lo importante para ganar elecciones es «hacerlo fenomenal» seis meses antes de los comicios. Fuera del partido mediático que se juega en estos momentos, tiene tres golpes en la mandíbula y uno en el hígado bien fuertes: inútil para afrontar la crisis, perdedor de las ultimas elecciones regionales, impulsor radical del aborto…y la pifia de Kosovo.