Cuando el Gobierno siempre es el enemigo

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

En la madrugada de este lunes día 7, cuando los periódicos digitales y las grandes emisoras de radio adelantan un nuevo tifón mediático: “El gobierno de Rajoy ordenó espiar a Bárcenas”, concreta El Confidencial en el titular, nuestro país se verá envuelto – qué raro – en unas jornadas informativas de aciago culebrón. A Rajoy lo despertarán de su eterna modorra; soliviantarán a la exvicetodo, Sáenz de Santamaría; y Cospedal no habrá acudido esta mañana al despacho de influencias (bueno, de abogados) con su contenida sonrisa de pose electoral. El ex ministro del Interior, Fernández Díaz, a estas alturas, llevará musitados varios rosarios y asistidos a otras tantas misas. Para los populares, como decía El Bigotes en una de sus comparecencias judiciales, “esto no se acaba nunca”. Y es que ordenar a las fuerzas de seguridad del Estado que arreglen camorras privadas puede tener el inconveniente de que te sorprendan y…

Este asunto dominará el caceroleo mediático durante unos días o semanas; aunque no deberíamos olvidar que debajo de las frondosas espumas que corren Tajo abajo, “corre el agua turbia habitual de nuestro río con los otoños secos”, que escribía la gaceta local de Toledo. Este fluido peligroso bien pudiera ser el ‘no’ de Pablo Casado a cualquier entendimiento con el Gobierno para sacar adelante los imprescindibles Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2021. No se trata, sin embargo, de que su concurso sea imprescindible para que sean aprobados por el Congreso de los Diputados, pues el Gobierno puede sacarlos con el  apoyo o la abstención de otros grupos parlamentarios, sino porque Casado dice ‘no’ a cualquier entendimiento por mínimo que sea con Pedro Sánchez.

Las razones que esgrime son bastante peregrinas: No pactaré mientras Sánchez no rompa con Podemos, o “Somos la única alternativa real al Gobierno y no podemos implicarnos en las políticas fracasadas de Sánchez”. ¿Qué se lo impide en realidad cuando la presión externa e interna que viene recibiendo para que llegue a un punto de encuentro institucional con el Gobierno es enorme? Una de las razones parece clara: no quiere dejar a Vox el campo libre para que se convierta en “la única oposición al gobierno social-comunista. Aunque existe otra especialmente relevante que mantiene bastante oculta: no va a llegar jamás a acuerdos relevantes con los socialistas – como por otra parte hizo su mentor José María Aznar – y, menos aún, en este tiempo en que los partidos tradicionales de la derecha en Occidente dudan entre optar por la vía Trump, que se ha comido al partido Republicano; o la de Merkel, que planta cara a sus particulares Vox teutónicos.

 

«El riesgo para la democracia no viene de la izquierda bolivariana».

 

Pablo Casado viene navegando de una orilla a otra en el mar de las derechas sin decidirse aún en qué puerto atraca, aunque gusta de repostar en el discurso nacionalista de Orbán y calca a menudo la palabra incendiaria del Trump más desatado. Uno de los peligros para nuestra estabilidad democrática próxima podría venir también por ese registro. Porque a diferencia del discurso falso de las derechas españolas y otras, el riesgo para la democracia no viene de la izquierda estalinista o bolivariana, sino del corrimiento extremista de los partidos conservadores de la derecha hacia posiciones extremas (“Estados Unido primero”, proclama Trump), apoyando al último capitalismo rampante que nos conduce hasta unas sociedades desquiciadas, desiguales y pobres e incriminando de forma permanente al otro, al diferente, al emigrante.

Puede que espere a ver qué resultado trae las elecciones presidenciales norteamericanas del noviembre próximo, primero, y cómo deriva el panorama político alemán tras la marcha de Merkel. Aunque si el señor de la cabeza naranja renueva mandato, la cacerolada no se detendrá ni un solo día.

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