El viernes llovió en el oasis

El viernes llovió en el oasis
Fotografía: El viernes llovió en el oasis
El viernes llovió en el oasis
El viernes llovió en el oasis

El viernes pasado llovió en el oasis M’Hamid El Ghizlane, el sur extremo de Marruecos. Las mujeres salieron de sus casas de adobe milenario buscando que la bendición del agua caída del cielo las salvara. Se mojaban las palmas de las manos y se restregaban las caras. Y reían y reían y ululaban todo el tiempo. Afnan dice que siempre fue así, que el agua caída de las nubes es, junto con Alá, su única esperanza.

Viene este introito lírico a cuento para ilustrar la alegría (esperanza) que se aprecia en el rostro de Rajoy los últimos días. Cuando pensaba que ya no tenía enemigo (PSOE) sobre el que proyectar todos los males que nos sacuden y autoproclamarse como la única solución estable y razonable para España, aparecen los chicos de Podemos para llenarlo de consuelo.

Ya no necesitará más afear y apalear de palabra a Pedro Sánchez y la nefasta memoria socialista que arrastra; ni siquiera precisa al joven secretario socialista para debatir. Ahora busca un debate a cuatro, un combate de bloques ideológicos: derecha contra izquierda, el bien que expulsa al mal. Los estrategas populares -auxiliados por el interminable alud de los que quieren cambios contundentes porque están hasta las narices de todo esto- están cosechando buenos resultados; en poco tiempo el PP ha definido a la perfección al nuevo enemigo (Podemos) y están bastante esperanzados.

Porque con ese Ogro enfrente quién les va a pedir cuentas de tanta corrupción en sus filas, de las legiones de parados y los jóvenes que emigran, de los recortes sociales y la precariedad laboral, del déficit público que nos ahogará durante muchos años. Y si además se le permite hacer campaña con Venezuela y esa anomalía llamada Maduro, miel sobre hojuelas.

Confronta ya el miedo invencible, que proclama el PP y miles de voceros más, con el otro radical que promete un paraíso para el pueblo. Batalla de emociones y gargantas duras de acusación y promesas. La razón ya no cuenta, no aparece, se ha decretado su inexistencia durante la campaña. La razón solo es la mochila de mentiras que unos y otros cuelgan en la espalda del PSOE como único representante (viejo y vencido) de la añeja política española y europea, esa que ha hecho naufragar a España.

El PP pretende así diluir responsabilidades y esconder su conservadurismo extremo proyectando sobre la figura de Iglesias la imagen de un deforme Polifemo. Y este, feliz en su papel estelar en la fiesta, alargará todo lo que pueda la danza en la palestra con tal de desplazar al PSOE (sorpasso), partido que ambas formaciones radicales intentan convertir en el enemigo del pueblo.

Creíamos que el PP y Podemos salvaban a España de la extrema derecha que cabalga victoriosa por Europa, pero nos equivocamos: uno y otro suman más desestabilización política que ninguna otra formación en los grandes países europeos. Pero ellos están más que satisfechos: a ninguno se les medirá por Bárcenas o Venezuela.

Me cuentan que anteayer sábado una tormenta de arena vino a enterrar la brisa que dejó en el oasis de M’Hamid El Ghizlane la lluvia del viernes; un simún que a media mañana aún tenía fuerzas para penetrar por el mismísimo Valle del Draa.

Un comentario en «El viernes llovió en el oasis»

  1. Cuánta razón llevas y qué bien lo cuentas. Pero tengo la impresión de que ni los B ni los caudillitos redividos engañan a nadie. Cuanto mayor es la soledad del PSOE, mayor su épica y su mérito.
    ¡Salud!

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