Los rincones secretos

Teresa Muñiz
Fotografía: Teresa Muñiz
Teresa Muñiz
Teresa Muñiz

Néstor Luján sorprendió a sus seguidores un día cuando -después de miles de artículos- escribió que nunca había dado cuenta pública de los lugares donde realmente disfrutaba comiendo. Muchos, superados por la sorpresa que propinó el crítico de la buena vida y la mejor panza, pensaron que era una boutade del catalán en ocasiones zumbón y, algunos, tiempo después, creyeron descubrir que esos lugares secretos se reducían a uno: su casa.

Fuera o no verdad la revelación, lo cierto es que todos nosotros durante un tiempo -o para la eternidad- mantenemos en secreto lugares (o pensamientos y sensaciones) con la pretensión de que solo sean nuestros. Son lascas de egoísmo o gemas emocionales que nos diferencian de los demás con el regocijo que proporcionan los secretos inocentes.

También tengo esa cabaña en el bosque donde me refugio de vez en cuando con mis fantasías gastronómicas y mucho más, que, a diferencia de Néstor Luján, mantengo al descubierto. Este rincón secreto es un restaurante pequeño, tradicional y aseado llamado Recoveco (Raimundo Lulio 26, Madrid). No es nada del otro mundo, ni el que allí da la cara, Miguel (ahora cascadete por causa de un porrazo) es un súper de nada. En aquella casa nada es excepcional pero todo es bueno, incluso los parroquianos habituales, la mayoría de una edad y más bien juntos en las mesas, pero sin más ruidos que los que precisa la conversación civilizada o la exclamación devota del amigo.

Allí he llevado a muchos amigos y conocidos durante los últimos tiempos pero a ninguno le he contado lo que ahora desvelo: que se trata del lugar donde nutro el estómago de buenos poemas.

Conocí el Recoveco de la mano de un ingeniero de caminos, como me ha ocurrido en tantas ocasiones. Este gremio, habitualmente a la intemperie de las obras, se las apaña como nadie para encontrar los mejores lugares de papeo -según el gusto de cada cual, claro- y más económicos. Creo recordar que he escrito en más de un artículo que gracias a su olfato descubrí el mejor gazapo del mundo en una posada pérdida de Los Monegros, el increíble pato mudo en el delta del Ebro, las migas extremeñas al pie de la presa de la Serena, entre jarales y brezos, unos sensacionales huevos de corral en Mondariz, el lechal de El Nazareno, en Roa, lo sapitos de Hondarribia… … Y también el Recoveco.

Entre en internet y pinche su carta. Verá que es una oferta de comida tradicional española con algún toque gaditano (ortiguillas, langostinos fritos), el recuerdo alicantino de la mojama y alguna filigrana. En general allí hay contundencia de platos; dejando a un lado las cucharas para las lentejas con boletus y foie o las verdinas con langostinos, excelentes, las alcachofas  rellenas de foie y gorgonzola son tan buenas como fenomenal es su  chutazo calórico. Pero puedes endulzarlo todo con un tratar de salmón y aguacate o los chipirones a la sartén. En Recoveco, lugar íntimo y de amigos, comparto prácticamente todos los platos y los postres de la misma manera que en todos los restaurantes hacemos con el vino: escancie para ti, nuevo chorreón para mí.

Como todos los lugares donde ocurren demasiadas cosas todos los días, este restaurante va dejando en tu memoria una poética que salva sus carencias o los despistes de Miguel. Por ejemplo, al principio de mis incursiones gastronómicas me molestaba la pereza que tenían en servir el agua; tras varias insistencias lograban traer una frasquita que no llegaba para llenar un vaso; parecía más bien una de esas vedriados mínimos que se colocaban en la mesilla de noche de los enfermos antiguos. Con el tiempo mejoraron en esto: ahora el agua llega en recipientes de la misma arquitectura pero tres o cuatro veces más grandes.

Si, un lugar secreto y pequeño, con carta suficiente y bodega corta pero correcta, en el que te comunicas con Miguel con la mirada y donde nunca jamás hubo problemas. Si se acabaron las albóndigas con setas, hay alternativa; si el postre te viene largo, te ponen una sola cana de nata. Pasados los años son muchas las caras que reconozco habituales. Los buenos jardines escondidos tienen esa cualidad: son el secreto de muchos.

Teresa-Muñiz3-150x150TERESA MUÑIZ: “En numerosas ocasiones, paseando, asomada a una ventana u observando un objeto, nace en mi la necesidad de detener esa visión. Poseer esa imagen de una manera instantánea y veloz nada tiene que ver con mi trabajo pictórico, pero me sirve de referencia y confirmación de lo que en ese momento me interesa. Esta reflexión viene al caso porque, conversando con Pepe Nevado y celebrando nuestra colaboración tan fructífera que culminó con la publicación del libro Pan Soñado, se me ocurrió proponerle seguir caminando juntos pero en esta ocasión con fotografías. Aquí están”.

Un comentario en «Los rincones secretos»

  1. Bonito cuadro / foto de Teresa
    Y efectivamente todos tenemos unos sitios y para unos platos o bien sitios generales como el del artículo y tan bella descripción entrar a narrar sitios alternativos me parece mal.
    Pepe, gracias por la recomendación.

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