La furia de los surcos

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

Cuando hablamos de que estamos jodiendo bien al planeta, debemos entender al mismo tiempo que el primer tocado por la agresión es aquel que vive apegado a la tierra y solo de ella se mantiene. Si la joven Greta Thunberg, tan alejada del infierno cotidiano del precio de la patata, la devastación que trajo el granizo o la liviana ayuda de la PAC, muestra tanto dolor, siendo ella tan alérgica a las emociones, imaginemos cómo está ese arrendatario de olivar al que pagan a 0,25€ el kilo de aceituna, en tanto que la cooperativa vendió el litro de aceite a 1,78€.

Los problemas de nuestro agro (y también en la mayoría de los países europeos) vienen de largo. Ya Joan Manuel Serrat, a finales de los años sesenta, compuso una canción/elegía, Canço de Bresoll, que no deja de escucharse desde entonces; y el poeta del olivo, la yegua y la brisa de la mañana, José Antonio Muñoz Rojas, se despedía del gozo del campo anotando en versos de melancolía un mundo que se agotaba.

El peón, el labriego y, pronto, el propietario migró a la ciudad. A pesar de que le esperaban las pulgas en la chabola, el barro al entrar en “los pisos del Movimiento”, se rehízo y, en ocasiones, hasta llegó a sentirse digno: un salario, una familia, una casa. La satisfacción del que escapó de la llama de la siega o la bruma de la guadaña fue, en cambio, brega y resistencia para los pocos que se quedaron en el pueblo. Sus hijos y nietos ya no lo soportan. Pero ni siquiera pueden volar a la capital. ¿Para qué? Allí se disputa a moquetes el contrato temporal.

No pueden soportar el cabreo general que les surge a borbotones por la garganta. Todo son problemas en la zona rural, en lo que ahora llaman España vaciada. No es solo el dinero de la cosecha que no llega; la niña ha de ir al colegio en autobús, 27km diarios; el IBI no deja de subir, 560€ el corralón que nadie quiere ni regalado; llenos de papeles siempre: miles de impresos para rellenar, seis hojas por cada oveja. Y no hablemos de los controles sanitarios. Todo el que viene, ya sea veterinario, perito, abogado…  cobra como en la ciudad. Ya no hay bancos, la caja rural quebró; la guardia civil se fue hace años, y en la garita del cuartel desventrado hace tiempo que anidan las cigüeñas. Hasta el ayuntamiento, o lo que va quedando de sus esforzados alcaldes o concejales, imploran a paisanos para que no cierren el único bar. Porque sin iglesia, ya saben que pueden resistir, pero sin bar no, sin una mínima tienda, sin un puñado de euros en el bolsillo.

 

«Los políticos vieron la oportunidad electoral en el campo».

 

Claro que nuestros políticos, muchos de ellos cuasi millennials esforzados del móvil como el que más, navegadores en las redes, promotores de titulares agresivos y cubiertos por la gracia que derrama tanta información como destila la Inteligencia Artificial, vieron en las demarcaciones electorales vacías de gente, pero bien provistas de representación parlamentaria (la ley D´Hont que le vendieron a Adolfo Suárez afirmando que con ella la derecha no saldría nunca del Gobierno, y ya vemos), la oportunidad de redondear sus mayorías parlamentarias  o agitar el voto en favor de la revancha contra los partidos de ciudad. Y dieron mítines encaramados en tractores y sostuvieron (eso sí, con cara de asquito) lechales en brazos para salir en televisión y fotos; prometieron fibra óptica para todos, eliminación (o casi) del IBI; mejores comunicaciones y apoyo real al campo. Teruel comenzó a existir y otras provincias, que también tiritan, vieron que esa lotería también podría tocarles.

Ahora, constituido el gobierno, salen a la calle sin preguntar movidos por las organizaciones agrarias, alentados por la oposición política (Vox asoma tocada con su visera verde de cazador) y en la confianza de que les asiste la razón. Al Gobierno no parece haberle sorprendido y ha reaccionado pronto. Cosa distinta es que lo crean y, sobre todo, que tenga capacidad para comenzar a remediar un abandono de décadas. Y advertido debe estar sobre cómo se las ha gastado el campo (agricultores y activistas lanzados a la calle) en otras naciones europeas. Los chalecos amarillos franceses no son precisamente un grupo de canción indie.

 

«Caminamos hacia una humanidad distópica».

 

Estamos ante otro de los efectos perversos de la globalización económica y comercial. La concentración empresarial viene siendo tan enorme que aquel que no ha sido engullido en su trituradora, se seca en el páramo como un personaje de Pedro Páramo de Juan Rulfo. Ellos no pueden competir con las grandes superficies y supermercados, aunque tengan el aliento de los gobiernos a favor, en tanto que la distribución batalla de forma desigual con las fabulosas multinacionales de productos de consumo.

Claro que el movimiento que se levanta en favor de la tierra y la continuación natural del hombre en ella, llega con tanto brío y crece tan rápido que quién sabe si no es capaz de comenzar una relectura de lo que viene sucediendo. Porque caminamos hacia una humanidad hacinada en grandes metrópolis ajenas a la naturaleza, su aire y sus pájaros; totalmente distópica y puede que imposible para ser vivida por el hombre que somos. Algunos sostienen que siempre se puede crear otro. Hoy esto parece posible.

P.D.- El sociólogo rural y catedrático Eduardo Moyano escribe así en El País del día 3 de febrero: “Si hay un sector de actividad donde se concentran todas las grandes tensiones de nuestro tiempo es el agrario (…) la volatizad y  caída de precios, la creciente apertura de los mercados, el dominio implacable de las grandes cadenas de distribución, la consecuencia de las guerras comerciales, el creciente aumento de los costes de los insumos y de la mano de obra, la especulación financiera en los mercados de futuro, los efectos disruptivos de la robotización/digitalización o el acaparamiento de tierras por los fondos de inversión” (Amén).

PAULA NEVADO
A Paula Nevado, su inquietud y sensibilidad familiar, le han llevado a formarse en diferentes disciplinas creativas y trabajos artesanales. Desde hace años se las tiene con la luz y sus caprichos para adobar con ellos las imágenes que le interesan. Con esta colaboración traslada de manera abierta la búsqueda del mundo que solo puede capturar su ojo. Puedes seguir su trabajo en Instagram: @paula_nevado

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