Pobre mundo desorientado

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

Había leído algunos comentarios sobre las conclusiones y el ambiente expresados en el encuentro “Diálogos de cocina 2019” organizado por el Basque Culinary Center y la sensibilidad del cocinero poeta Andoni Aduriz, alma de Mugaritz. Me sorprendía – o puede que no tanto – que los ponentes más destacados de este encuentro pidieran, o mejor, exigieran, una “vuelta a las raíces”: de nuevo la cocina de producto y autóctona.

Uno de sus conferenciantes estrella, el doctor Lluis Serra Majem, llegó a afirmar que el concepto de sostenibilidad asociado a la gastronomía “tiene que tener un papel en la promoción de la salud y en la prevención”. Se realizó un canto al imprescindible producto de cercanía y se criticó con dureza a los cocineros “que reniegan de las patatas o de los garbanzos pero incluyen quinoa, brotes de soja o frutas tropicales en el menú: un despropósito sin sentido”.

Me alegré, pues hasta en el Sancta Sanctorum de la gran cocina del mundo recuperaban el sentido común. Pensé, no obstante, que quizás les habría ocurrido algo extraordinario. Y me dije: «Voy a hacerme eco de esa llamada al retorno a las raíces de la cocina más sofisticada».

Pero Negroponte es invitado a conferenciar en España y el diario El País tiene el acierto de realizarle una entrevista planteando los grandes temas y problemas de nuestro tiempo. Sus respuestas son tan brillantes como heladoras. El mundo no marcha en absoluto para encontrarse con sus raíces sino que se desprende de ellas a una velocidad desconocida en lo que podríamos llamar ritmos naturales. Según el hombre que adivinó la irrupción digital que nos inunda, que vio ordenadores de bolsillo, pantallas táctiles y altavoces inteligentes, vamos hacia humanos modificados genéticamente que vivirán entre 150 y 200 años ya en las próximas generaciones. Puede que ocurra con nuestros hijos y con seguridad llegará con nuestros nietos. Asegura también que nos alimentaremos con comida artificial: “La carne no procederá del sacrificio de la vaca sino que la obtendremos replicando sus células”.

Apunta bastantes fenómenos más y aún más trascendentes que los descritos. Anuncia – sin ser ideólogo ni cura – un nuevo mundo donde  la energía producida por la fusión nuclear será infinita y los valores que hoy sostienen las creencias del hombre se evaporarán como el agua tras la tormenta de verano. No muestra gran preocupación por el desvanecimiento de la privacidad de las personas, e incluso ese hallazgo político y social tan querido por Europa llamado democracia le perece un valor relativo.

 

La confusión de nuestro tiempo

 

Así que, si hemos de creer los profecías del visionario del MIT bostoniano, los españoles por ejemplo, que ya cruzamos la frontera de los cincuenta y más, seremos los últimos que disfrutaremos del tomate de pueblo criado con el sustento del estiércol de oveja y agua de la fuente; los últimos que cataremos las chicharrillas a la brasa del cerdo recién sacrificado en la matanza casera, y los últimos que nos entonaremos con la infusión de manzanilla salvaje servida con una cucharada de miel de romero.

Entonces, ¿en qué están pensando los cerebros que convoca el centro vasco? No es difícil imaginar que son científicos y expertos tan expuestos como cualquiera a la confusión de nuestro tiempo, y preocupados, como gran parte de la población mundial, por la velocidad a la que vuelan de la memoria nuestros recuerdos. A modo de consuelo, cabría decir que el gran Negroponte, tan seguro, mantiene por décadas una pregunta básica sin respuesta: el nuevo hombre tan artificial, y no digamos la máquina que piensa y siente, ¿tendrán conciencia?. El científico norteamericano no entra aquí. Se escapa habilidoso comentando que pronto veremos máquinas con sentido del humor.

Así que no sé qué será de mi amigo Antonio sin su morcilla de Burgos; tendrá que claudicar o buscar un sucedáneo. Juan, el valenciano que más carajillos ha embuchado en los últimos cincuenta años, ya se los prepara con un buen golpe de Dyc a falta del inimitable Machaquito. Le costó encajarlo, pero en menos de un mes ya atendía los pequeños sorbos con ese chasquido de lengua que sólo provoca el placer.

PAULA NEVADO
A Paula Nevado, su inquietud y sensibilidad familiar, le han llevado a formarse en diferentes disciplinas creativas y trabajos artesanales. Desde hace años se las tiene con la luz y sus caprichos para adobar con ellos las imágenes que le interesan. Con esta colaboración traslada de manera abierta la búsqueda del mundo que solo puede capturar su ojo. Puedes seguir su trabajo en Instagram: @paula_nevado

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