La movida de los restos de Franco ya no mola ni a los más acérrimos antifascistas. El gobierno lo lleva mal y la Iglesia católica peor. Los únicos que permanecen inmutables y en su sitio son los Franco, arrogantes y retadores como postreros y ricos camisas viejas. Demasiados días – meses ya – paseando la figura del dictador como si de alguien respetable se tratara. Los franquistas que vuelven con el reciente tropel de nacionalismo y autoritarismo estarán encantados: Madrid y Roma le hacen la campaña de manera gratuita.
Porque el Gobierno lo viene haciendo mal. La deseada salida de los restos del extinto de Cuelgamuros debería haberse realizado de manera rápida y aséptica, como si se tratara de una operación de comando. Lo extraño del caso es que los socialistas, cuando han tratado con la figura de su excrecencia y su simbología, lo venían manejando con cierta soltura. Al llegar al gobierno en 1982, alguien preguntó a Felipe González por qué no retiraban la figura ecuestre del general situada frente a los Nuevos Ministerios de Madrid. Respondió con habilidad aunque quizás no con verdad: “Tuvimos que haberla tirado cuando estábamos en la oposición, ahora es fácil”. Entonces el ministro de Obras Públicas, Julián Campo, ordenó lavar el promontorio de piedra y, como quien no quiere la cosa, se hizo desaparecer la placa que indicaba el nombre del pavo sobre la jaca. Pero todo el mundo lo conocía con rótulo o sin él. El malestar por su presencia continuó. Así que una noche, siendo ministra de Fomento Magdalena Álvarez, se desmontó la mole, se guardó en una nave y hasta hoy.
Un gol por la escuadra
Además, las relaciones entre la Iglesia católica y el PSOE nunca fueron ni buenas ni malas, sino discretas. Nos enteramos de que las dirigía Alfonso Guerra cuando a éste le interesó. Quizás sus jóvenes compañeros debieran haberle consultado. Porque la diplomacia vaticana es tan imbatible como durante un tiempo se tuvo al servicio secreto británico. Polemizar con Roma es imposible, siempre pierdes. Claro que en esta ocasión, sin que quizás la sutil y milenaria perspicacia de la casa del dios de Nazaret lo advirtiera, los Franco le han metido un gol por la escuadra al colocarle los restos del tantas veces mencionado en este comentario en la puerta de la basílica de la Almudena.
Un horror. ¿Hubiera permitido Pío XII la sepultura del Duche en La basílica de San Pedro? ¿Y el obispo Bergoglio la inhumación de Videla en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires? Por favor, que no polemicen más con los restos de este señor hasta que no estén enterrados en el lugar más discreto y familiar de España.
El tema es de fondo. ¿que es eso en este siglo de que alguien venda nichos así como así cual funeraria y donde le pete? ¿qué es eso de enterrar en las iglesias previo pago? ¿Y por qué no en los estadios, como el Benabeu, el Nou Camp o en el Corral de la Pacheca …? Y eso es el absurdo con Franco, su hija, o Samitier o el niño del peine. Es de coña, si no fuese ridículo.
Y a partir de eso, lo que se quiera porque esto va de derecho de propiedad … y eso es sagrado salvo expropiación forzosa por causa de interés general y no sería el primer cementerio en que se aplicase y ahí está el que estuvo en los terrenos de lo que hoy es la estación de Chamartín y por lo demás a correr que son dos días.