Cataluña no es un circo

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

Si hiciéramos caso a los centenares de memes, chistes, peliculillas y otros vómitos digitales, expresados de mil maneras, que nos llegan sobre Cataluña y los dirigentes más conocidos de su rebelión antidemocrática, pensaríamos que todo es un circo monumental. Pero no lo es. Lo que sucede en Cataluña, y trastoca a España, es algo tan serio que llega a terminar en la cárcel.

Cuando la jueza de la Audiencia Nacional, Carmen Lamela, envió el pasado jueves 2 a prisión incondicional, y de manera fulminante, a buena parte del destituido gobierno de Puigdemont, los catalanes que le siguen recibieron la noticia como un puñetazo en el estómago, y los demás, con gran  preocupación y más de un escalofrío. El resto de España, sin embargo, continuaba haciendo correr sus memes, ahora tachonados con los ropajes a rayas del preso del cómic.

Los autos de la jueza de la Audiencia Nacional (no así la decisión del instructor del Tribunal Supremo, Pablo Llarena, más cauto, garantista y quizás más sabio) vuelven a sacar a las calles todas las banderas, pendones y espadas que descansaban desde la destitución del Gobierno catalán, tras echar a andar el artículo 155 de la Constitución.

Que buena parte del cesado Gobierno esté en la cárcel, y el resto en Bruselas, con su presidente a la cabeza y defendiendo a toda garganta su causa, es de una gravedad institucional y política máxima.

Nos encontramos de nuevo en un escenario de enorme tensión, cuando las urnas esperan dentro de pocas semanas, y la opinión pública internacional empieza a mirar de nuevo a España como “la nación que siempre fue: tierra de despropósitos y banderías”.

El juzgado de la Audiencia Nacional que dirige Lamela (jueza, se dice, que no admite presiones) ha tomado decisiones en tiempo récord y cuando sobrevuelan dudas razonables de que los delitos que se les imputa (rebelión, sedición y malversación) pudieran no llegar a tanto. Aunque su falla más evidente la encontramos al comparar sus autos con el proceder (mismo día y misma hora) del Magistrado del Tribunal Supremo, Llarena. Éste da una semana para que los abogados de los investigados puedan preparar sus defensas, en tanto que aquélla decide prisión incondicional. Los entendidos hablan ya de errores de procedimiento que pudieran conducir a procesos injustos al no ser conducidos con las garantías necesarias.

 

Exagerar el victimismo

 

Las graves decisiones judiciales traen, además, un nuevo relato político. Ya no será el debate entre constitucionalistas y separatistas, sino el de una nación “invadida por España a lomos del artículo 155”, que lleva a parte de su gobierno legítimo a la cárcel, mientras el resto huye al exilio. Es – o eso parece, dado el proceder y los pronunciamientos de Puigdemont- el escenario que los separatistas buscaban. Ahora exagerarán su victimismo en el mismísimo corazón de Europa, Bruselas, en tanto que desde “las mazmorras españolas” se contará en doloridos y épicos romances el lamentable pasar de sus presos políticos por ellas.

Intentarán saltar del bravo romanticismo al exagerado y dramático que se describe en El Conde de Montecristo de forma tan extraordinaria. Los buitres que sobrevuelan el mundo en busca de conflictos para atizarlos y gran parte de los medios de comunicación se prestarán a dar foco con sumo gusto a todo este vendaval, fruto de la razón quebrada, pues donde anida el morbo crece el share.

En Bruselas, Puigdemont intentará parecer un Assange con barretina, fustigador de la España opresora; un Snowden que desvela las tripas que mueven la crueldad de Madrid;  un Anonymous sin careta, y el Partido Pirata sin ordenador. Y las cárceles españolas serán dignificadas por una vez en su historia gracias a la estancia en ellas de los catalanes más gloriosos que hubo desde el siglo XVIII.

Sí, todo esto y más pasará. Y también seguirá corriendo el reloj del tiempo convulso de los últimos años de España, que la desangra día a día. Grecia casi desapareció tras largos meses de furor y televisiones. Deberíamos haber aprendido todos. También los jueces.

PAULA NEVADO
A Paula Nevado, su inquietud y sensibilidad familiar, le han llevado a formarse en diferentes disciplinas creativas y trabajos artesanales. Desde hace años se las tiene con la luz y sus caprichos para adobar con ellos las imágenes que le interesan. Con esta colaboración traslada de manera abierta la búsqueda del mundo que solo puede capturar su ojo. Puedes seguir su trabajo en Instagram: @paula_nevado

Un comentario en «Cataluña no es un circo»

  1. Lo que algunos olvidan es que esto no acabara jurídicamente hablando ni en el Supremo ni en el Constitucional sino en Estrasburgo en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y ahí los temas procesales y de garantías serán muy relevantes y em eso no se si la AN va bien, pero un bofetada de ese tribunal no se la puede permitir España y ojo no dilo con lo que se hace sino con como se hace

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