La política mancha, como la vida. Mucho en ocasiones. Será por ello que los nuevos políticos -y los que no lo son tanto- se acercan a este momento crucial de los pactos con extremo cuidado. Caminan de puntillas, como pisando huevos; tienen miedo a equivocarse, al compromiso sin red, a apostar por un futuro colgado en el aire. Los nuevos políticos que tanto han atizado a los instalados (la casta, la corrupción), tienen que transar ahora con esos hijos de Belcebú que con gran perfección y detalle forjaron en su mente. Y les cuesta, les molesta sobremanera tener que hablar con ellos porque, también de alguna manera, estaban seguros de que los iban a arrollar muy pronto.
Pero no. Los grandes partidos siguen ahí, bombardeados y maltrechos pero en pie. Los socialistas incluso dirigidos por gente «tan joven y limpia» como ellos, y los populares convencidos a la fuerza, eso sí, de que tienen que hacer algo parecido tras el riego de napalm recibido el pasado 24 de mayo. Así que no tienen más remedio que encontrarse, aunque no se lo pondrán fácil unos a otros, y hasta llegarán a desquiciar a muchos espectadores del acontecimiento.
Ahora Podemos es una yincana que baila la yenka y Ciudadanos un mar de dudas que no se desborda porque solo vierte por la única boca de Rivera. El PSOE se ha instalado en la seguridad de la cautela esperando a ver en qué color queda ese camaleón que dirige Pablo Iglesias, y hasta dónde quiere ir la campaña del PP para tiznarlo, por enésima vez, de oscuro izquierdismo y otros vicios atroces. El PP se hace la víctima, pues «el PSOE quiere excluirle de todos los pactos».
Todo este embrollo, al cabo, se diluirá bastante porque ayuntamientos y parlamentos regionales tienen que constituirse sí o sí. Pero la desconfianza entre los cuatro partidos que deciden casi todo, no. Esta permanecerá por tiempo indefinido hasta que se dé un rodaje suficiente, hasta que se vean las caras en los plenos que decide sobre presupuestos y otros temas importantes, hasta que se celebren las Elecciones Generales.
Así que todo apunta hacia gobiernos en minoría por legión y votaciones inciertas por millares hasta que pase este año al menos. Los antiguos acuerdos municipales de socialistas y comunistas, tan ricos en literatura y detalles concretos (esto lo gestionas tú, yo aquello) no los volveremos a ver. Ni tampoco a la derecha popular haciendo de clueca protectora de grupos derechistas, regionalistas y hasta resistentes cantonales. Nos instalamos en un tiempo de tanteo y espera. El león joven está seguro de que pronto expulsará al viejo del harén del voto que tanto ansía. Lo que ocurre es que el rejuvenecimiento también se da dentro de las antiguas manadas de nuestro Serengueti político.