Cada vez que en el mundo del aceite español se produce un terremoto como el actual: el gigante Deoleo (antes Ebro, antes Koipe, Carbonel…) pasa a manos del fondo especulativo inglés CVC, a nuestros campos de olivar, almazaras, cooperativas y sueños de inundar USA con nuestras marcas, les sobreviene un brote, como a los enfermos de esclerosis múltiple, que les debilita más y de manera irreversible. El brote que padece estos días es de enorme envergadura: ingleses y holandeses dirigirán la comercialización mundial de nuestro aceite, y las empresas españolas a verlas venir, o mejor, a producir y producir para ellos.
El ministro Arias Cañete, ese superhombre que es a la vez número uno de la candidatura del PP al Parlamento Europeo, empresario, rico y comisario-vicepresidente in pectore de la UE ( !Dios mío, que tienen los yogures caducados!), muestra una hondísima preocupación y pide ayuda a Montoro para que la SEPI entre en el capital de Deoleo. Vamos que reclama una patera artillada para enfrentarse a todo un Crucero de la Royal Navy. Pero poco conseguirá. Y sospecho que lo sabe. No en vano en otoño de 2001, cuando también era ministro de Agricultura con Aznar, festejó con champán y buen whisky la venta de Koipe, en poder de la italiana Montedison, a los hermanos Salazar (SOS Cuetara). ¡Vaya pareja! Pero, claro, eran españoles. ¡Y qué españoles!. Al poco tiempo saldrían por piernas de la propiedad dejando un pestilente olor a corrupción.
Es a partir de aquellos años cuando empieza a desmoronarse a gran velocidad la presencia de capital español, estatal o privado, en el campo español. El arroz, el azúcar, la leche, el aceite, la gran comercialización de alimentos, vinos y espirituosas, etc. pasa a manos inglesas, francesas u holandesas previa mediación y asesoramiento de la gran banca de inversión norteamericana. Deoleo es el último mohicano, y poco queda para que el casaca roja le rebane la cabellera. Cañete, entonces, hace bien en desgañitarse porque, sin ánimo de que Esperanza Aguirre se ofenda, el aceite de oliva sí que define a lo español.
Claro que en lugar de despotricar de Hojiblanca, (que sale de Deoleo porque no quiere ser comparsa en el nuevo proyecto) y espolear un nacionalismo económico tan impropio en un liberal como él, debería preocuparse por la práctica habitual del empresario español del ramo, afanado en vender en lugar de meter el riñón y crecer como ocurre en otros sectores empresariales patrios donde aún sacamos la cabeza.
Desde que un ser de cuyo nombre no quiero acordarme, conocido por empezar por la última letra del alfabeto español, habló de los «campeones nacionales» comenzó a no quedar bicho viviente de nacional en esos campeones que fueron fagocitados uno tras otro, ENDESA, IBERIA, … por no enumerar más y con ello los sitios donde se toman las decisiones a lugares más allá de las fronteras, o los bordes territoriales, y así nos va.
Y ese de cuyo nombre no quier acordarme que cantaba las excelencias del sistema financiero tras conocer que estaban al pairo (las Cajas en concreto me refiero porque los bancos que no eran de las Cajas no han recibido dinero del Estado, si esa «banca» no pública, partitocrática presuntamente corrupta hasta el tuétano, llamada Cajas de Ahorros) vuelve entre una admirada candidata que no deja de reinvindicarlo … que los dioses tengan compasión de nosotros porque si no es así … ni campeones, ni nacionales, ni nada de nada.