

El Gobierno ha decidido botar su reforma fiscal en plena campaña electoral de las europeas. Es claro, entonces, que aspira a sacarle rendimiento en las urnas. Pero debería ir con cuidado. También alumbró el proyecto de ley de reforma de la legislación sobre el aborto con la intención de tranquilizar a su electorado de extrema derecha y ya vemos que ha pasado: Gallardón despeñado y el proyecto de ley al ralentí.
Porque una reforma fiscal tan ambiciosa como la que pretende el Gobierno no se puede explicar con el único titular de «bajan los impuestos«, como interesa al Ejecutivo. La reforma es una especie de animal con decenas de cabezas que, si bien no es una hidra, se le puede llegar a parecer si se le provoca y excita convenientemente.
La reforma se nos presenta como un balance perfecto: hagas lo que hagas la recaudación fiscal que resulte de ella no deberá ser inferior (en todo caso superior) a la existente. Se trata de subir unos impuestos, IVA, para rebajar otros, IRPF. El Gobierno insiste en lo primero: el IRPF bajará entre uno y tres puntos para dar mayor liquidez a las familias y animar al consumo, (nuestro gran lastre), y pone sordina al segundo: un IVA que podría escalar en el tramo máximo hasta el 23 por ciento y llegar a doblar el intermedio, ahora en el 10 por ciento. También parece que subirá aún más el IBI y se podarán las deducciones de los fondos de pensiones. O sea, que los ahorros en IRPF los emplearemos en pagar otros impuestos o tasas que se incrementan.
Todo indica que busca la eficiencia, pues el impuesto indirecto sobre el consumo (tiendas, gasolineras, espectáculos y ocio en general) se cobra antes y mejor, y se olvida de la redistribución, otro de los grandes pilares del impuesto en las sociedades democráticas. Además, en sus bodegas esconde un terremoto: el aumento del IVA para los productos de consumo básicos, y un olvido cínico: la lucha contra el fraude fiscal.
Esta nave de los impuestos que acaba de zarpar al mando de Cristóbal Montoro, ¡Dios mío!, bien pudiera hacer aguas a causa de los golpes de mar que anuncian tales errores. ¿De verdad cree el Gobierno que el país aguantará un IVA del 21 por ciento sobre el 70 por ciento de los productos del supermercado?. ¿ Olvida acaso que son casi doce millones los pensionistas (congelados) y parados sin retribución alguna?. Tampoco puede mirar hacia otro lado al ver los ojos al fraude porque, ¿acaso cree que podremos pagar nuestra enorme deuda y reducir a la mitad nuestro porcentaje de déficit apelando al crecimiento esperado y las bondades de esta reforma?. Si no se atacan las bolsas de fraude, poco se podrá hacer salvo marear la perdiz a golpe de mítines y propaganda.