Paseo por el Mundo de la Cerveza

Teresa Muñiz. Materia complejo y firme. Acuarela sobre papel. 100cm x 70 cm Año 1998
Fotografía: Teresa Muñiz. Materia complejo y firme. Acuarela sobre papel. 100cm x 70 cm Año 1998
Teresa Muñiz. Materia complejo y firme. Acuarela sobre papel. 100cm x 70 cm Año 1998
Teresa Muñiz. Materia complejo y firme. Acuarela sobre papel. 100cm x 70 cm Año 1998

Tengo un amigo que le da a la cerveza. Se llama José María y asegura que lo único que no ha entrado en crisis en España – aparte de la corrupción, claro – es la tontería y la cerveza. ¿La cerveza?. Sí, observa a esos chicos y chicas que asoman a las terrazas de los bares y franquicias estos días en los que el sol aparta al frío. Son risueños y están sanos, conversan sin excesivo estruendo mientras acarician el lomo de sus botellines con el mismo tacto que el enamorado roza la mejilla de su pareja. Contempla ahora a los que sólo beben vino, suelen acodarse en las barras solos y mohínos, o sentarse junto a mesas con mantel donde hablan airadamente de la suegra o de ese hijo calavera. ¿Qué decir de los enchufados al cubata y los licores duros, los heavy drinkers?. Vociferan, molestan y caen como sacos a medida que la noche los vence.

Los bebedores de cerveza, todos, parecen bambis jubilosos, gacelas y leopardos amigos que viven la vida mediterráneamente; gentes felices de aquí mismo, de nuestro país, jóvenes, y hasta tíos con bigote, sanos, vigorosos y divertidos que cantan y se divierten como quizás imaginaron los teólogos a los primeros pobladores del Edén.

José María tiene toda la razón. Después de que me hiciera esta reflexión he observado por mi cuenta el paisaje cervecero que me circunda y he descubierto que es inmenso e inofensivo; absolutamente recomendable y diría que hasta necesario para transitar por estas brasas en que se nos ha convertido la vida. En las cervecerías clásicas, pongamos que La Ardosa, nada desentona. El desmadeje de esa erasmus polaca parece tal cual la imagen de una gracia de Botticelli vagabunda de amor por Malasaña. Y hasta los morretes rosados que acompañan el borde del doble de cerveza son como la esperanza de un beso imprevisto. En las sureñas low cost, los estudiantes mendigos se aplican sus barreños de cervezas en el límite mismo de serlas, todo hay que decirlo, acompañadas en ocasiones ¡hasta de gambetas!, como si fueran señores sin chavo. Pero es el instalador rey del pladur y su cuadrilla búlgara quienes más disfrutan de su Alhambra 1925 cuando ha terminado su claveteo machacón de la penúltima instalación del Tiger.

Sí, la cerveza en España es ya una cultura envuelta en volutas de liviandad, salud y éxito. Aquí parece que nada ni nadie sobra, hay papel para todos los actores. Ha conseguido ser la única bebida alcohólica (¿Alcohólica?, para nada, qué va!) que todo el mundo, el rico y el pobre, él y ella, el sano y el enfermo, toma sin miedo a que pueda ocurrirle, sin importarle sus grados.

¿Cómo lo han conseguido?. Chico, aquí han dedicado más de una hora a pensar. Porque hace falta seso para conseguir que tres o cuatro empresas cerveceras, casi todas ellas multinacionales no españolas, copen la práctica totalidad del mercado y que cada uno de nosotros piense que nuestra cerveza preferida es única. Y habilidad para zafarse de esa losa de perjuicios que arrastra todo producto que tenga alcohol, construyendo en paralelo un relato de salud y vida a su alrededor. Porque a estas alturas la cerveza presume de ser la salud: tiene beneficios cardiovasculares, no emborracha, su consumo es compatible con la vida saludable, evita la retención de líquidos, previene la osteoporosis y pone barreras al Alzheimer y no sé cuantos tipos de cáncer. Contiene fibra, es baja en aportación calórica, combate el envejecimiento y ayuda a funcionar bien en la cama (o donde se tercie). Vamos, que es una medicina rica-rica como dice Quique san Francisco, a quien la Mahou le debería erigir una estatua en la plaza de Cascorro o mejor en la del Dos de Mayo junto a los héroes de la independencia.

Los cerveceros «sin el aspaviento ideológico desgrasado de la coca cola» lo han conseguido. La chispa de la vida no está en el secreto del mito de Atlanta, sino en la malta que cuece en el corredor del Henares o en esos lúpulos ligeros que sobrevuelan el noroeste de la ciudad de Sevilla. Hasta el marketing – ya saben, ese oficio de algunos a quienes desalojan buena parte del cerebro para localizar en su hueco una voz que dirá para siempre jamás ¡vende, vende, vende! – ha ganado la batalla.

Minutos antes de colocarme ante el ordenador para enhebrar estas líneas, y rendido ante la evidencia, llamo a Jose María para confirmarle que tenía razón. Le pregunté, además, cuánta cerveza podía beber en un fin de semana rutinario. Entre siete y nueve litros. ¡No me digas!. ¡Pero si no tienes casi barriga!. Es que no os enteráis: la cerveza no engorda.

Lo dicho.

TERESA MUÑIZ es asturiana pero hecha en Madrid, donde estudio en laEscuela de Bellas Artes de San Fernado, y vive. Crea y enseña pintura desde siempre. La abstración, el color, la determinación y el misterio son los puntales de su obra. Admira algunas de sus pinturas en su web.

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