Comer con los dedos determinados alimentos, y en ocasiones concretas, es una delicia, nos trae placeres especiales y nos reconcilia con la vida y sus sonrisas. ¿Quién no disfruta de esa deliciosa croqueta de jamón con su bechamel ligera y templada, de la gamba pelada y muy fresca, de esa sopa furtiva en la salsa que nos legó el ragut de ternera, del pincho de ahumados o de la penúltima almendra que acompaña nuestro whisky?. Los dedos son el medio más cómodo y fácil para atrapar el alimento y unos terminales sensoriales perfectos. Todo lo hacen sencillo, rápido y amable en la mesa y junto a la barra del bar. Y, además, nos los chupamos cuando los manjares han sido devorados porque en sus yemas quedó la huella de su sabor y nuestro postrer disfrute.
Claro que, como casi todo en la vida – menos el amor, inmedible e ingobernable -, comer con los dedos también debe de tener sus límites, pues no en vano la mesa y sus menajes, la cocina y sus recetas, la costumbre y el buen gusto le han venido dotando de unos protocolos con los que manejarnos en el ágape, sus aperitivos y sobremesas. Es verdad que hubo épocas en las que la liturgia frente al mantel era excesiva y barroca, cursi hasta el extremo, elitista y estúpida. Aún quedan mesas que se ejercitan enfajadas de aquellos corsés forrados de chorreras de oros con velorios de la bisabuela y bajoplatos llegados del Perú. Pero están recluidas en casas detenidas en el tiempo o en comedores para el museo.
Lo común, sin embargo, es una madre o un padre (ojo) atentos a cómo se sientan los hijos alrededor de la mesas, la manera en que usan el tenedor o la cuchara, el nivel de ruidos que emiten (“que no se sorbe”, “que no se habla comiendo”) y vigilando que efectivamente se coman la ración adecuada y en su orden. En esas mesas, tocar con los dedos los alimentos tiene sus códigos, sus semáforos verdes y rojos. Ahí se aprende, o se debería, cómo comportarse en la mesa para siempre.
No obstante, todo indica que en las últimas décadas nos hemos descuidado bastante en esta materia. Las causas son muchas y algunas de peso indudable. El resultado, en todo caso, es que cada día que pasa el hábito de comer es más un caos que un rito necesario y placentero. No sé yo si se debe a que los padres nos distrajimos, que en los comedores escolares se desentendieron o fue por la irrupción de la comida fácil y rápida, (el comer de tapas o hamburguesas), lo cierto es que comer con los dedos se impone y usar las manos en la mesa cual herramientas se hace costumbre.
Echen un ojo en Google y pregunten qué ocurre con eso de comer con los dedos. Les inundarán de páginas, les aconsejarán decenas de publicaciones, bitácoras, webs, etc. animando a los más inverosímiles chapuzones de manos en salsas, pastas, arroces! y hasta sopas!. Hay centenares de productos y menús completos que pueden (y se disfrutan) mejor llevándolos a la boca con los dedos. Aparecen revistas, libros (el último lo titulan “Pica Pica”, escrito por Toni Monne, el Tamarit del comer deshinibido, fácil y bien…).
Sí, parece que estamos perdidos frente a mesas forradas de papel, inundadas de platos de todo tipo que se comen al guiñarrón, sin orden ni concierto. Nos olvidamos con rapidez de ese orden sencillo de las madres: dos platos, postre y al cole, y dejamos para las películas de época esas mesas rectangulares burguesas, el refinamiento sin fisuras impuesto por una clase social para la que el equilibrio y la métrica entre el cuchillo y el tenedor, el plato y el mantel debían ser tan exactos como una nota de Bach.
Comer con los dedos, insisto, es un placer. Cosa distinta es que al tiempo nos olvidemos de toda la cultura, civilización, gusto y emociones que han crecido alrededor de los comedores y los fogones por mor de lo guay, fácil y primitivo que resulta comer con los dedos.
TERESA MUÑIZ es asturiana pero hecha en Madrid, donde estudio en laEscuela de Bellas Artes de San Fernado, y vive. Crea y enseña pintura desde siempre. La abstración, el color, la determinación y el misterio son los puntales de su obra. Admira algunas de sus pinturas en su web.
Me encanta comer con los dedos las gambas, los espárragos, las galletas mojadas en la leche, el chocolate.
Estoy de acuerdo en comer con los dedos pero en orden. Me ha gustado mucho el artículo y porque no se puede comer
Sino lo haría con los dedos.
Pepe algún día te contaré el placer y el disfrute que sentí viendo , desde mi ventana en el patio, enfrente, la ceremonia de comer con los dedos de una familia pakistaní vecina. Una fiesta de color y de vida.