Es cierto, el Gobierno empieza a tener razón en algo sustancial: el relato sobre España (fuera) está cambiando. Los datos que manejan y trasladan los fondos de inversión (llámense buitres o golondrinas) comienzan a ser atendidos por la prensa internacional, especialmente la sajona. The Economist ya no profetiza que nuestra banca camina hacia la hecatombe y hasta el muy conservador y antiespañol Telegraph admite que empezamos a respirar. La BBC nos mira con cara menos espantada y, al otro lado del charco, el neoliberal The Wall Street Journal salpica noticias esperanzadoras sobre España a menudo.
Las causas son bien concretas: entran fuertes sumas de dinero internacional a la búsqueda de nuestra oferta de renta fija y variable. Y Botín, y otros tantos, se las prometen muy felices porque están sacando (a precio de saldo, eso sí) esa morralla tan pesada llamada inmobiliario inútil y otros activos funestos. Comenzamos a ser, por fin, ese tan deseado país low cost que con denodado tesón buscaban los mercados y por el que trabaja sin descanso aún nuestro ministro De Guindos. La devaluación de España en todos los terrenos empieza a ser concreta y bien visible, tan exacta como que nuestros activos valen menos de la mitad que hace cinco años y los costes salariales se derrumban. España, por fin, empieza a ser negocio para algunos; muy pocos, es verdad, pero negocio por fin. Pues, ¿quien daba un duro por nosotros hace tan sólo un año?.
Ahora cabe que el boca a boca funcione, que nada enfríe, y menos detenga, este trotecillo recién iniciado hacia la esperanza, que ninguna circunstancia interna o externa, por extraordinaria que sea, frene el rumbo nuevo que toma el país. Por ello, el Gobierno está especialísimamente atento a que ningún ruido perturbador nos distraiga de este sueño hacia la recuperación. Cataluña dejará de ser un problemón pronto, el paro debe ir desapareciendo como angustia conectiva al celebrar cada décima de caída como si ganáramos el campeonato mundial de fútbol, recuperaremos la escuela y la salud públicas cuando todo esto mejore y Bárcenas, ese bandolero culpable de todo, se pudrirá en la cárcel, pues a él si se le aplicará la doctrina Parot.
Si, el Gobierno tiene razón. La crisis está tocando suelo. Ahora se trata sólo de trepar por las paredes empedradas de nuestro pozo hasta
hallar la luz y disfrutar del aire. Tenemos una ardua tarea, aunque debemos de pensar que el Gobierno y sus coros nos animarán en el empeño: ha comenzado el tiempo de la propaganda extrema.