Los resistentes del otoño

Teresa Muñiz. Óleo sobre tela sin título 45 cm x 38 cm Año 1996
Fotografía: Teresa Muñiz. Óleo sobre tela sin título 45 cm x 38 cm Año 1996
Teresa Muñiz. Óleo sobre tela sin título 45 cm x 38 cm Año 1996
Teresa Muñiz. Óleo sobre tela sin título 45 cm x 38 cm Año 1996

Bajan las temperaturas. El buen rollito climático huye pronto de la calle y las casas. Cuesta desnudarse por la mañana en el baño, y por la noche humean las sopas y las cremas. La leche caliente para los peques y esa manta de grueso rebozo son los primeros consuelos antes de acometer esta noche de otoño que se hace su hueco para el invierno. La rutina de la oficina o el tajo cambia en el desayuno y el almuerzo. La leche templada para el café se pide caliente y el pincho de tortilla pasa por el minuto reglamentario de un microondas al máximo. En el bar crece la neblina de los vahos y el olor a churros es más intenso, como es más molesto el trasiego de platos y tazas en danza. Aquí mismo, en la barra del desayuno, se acuerdan las citas para la comida. Ahora apetece cocido. Y al menos dos o tres veces al mes – dependiendo si el viento norte es más o menos insistente – un pote o una fabada. Es el momento de los restaurantes recios, normalmente asociados a asturianos y gallegos, pero también a manchegos y extremeños. Sus amplios salones comienzan a perder el largo desangelo de nuestros veranos de seis meses.

Porque todos los restaurantes han perdido clientela a chorros. Es difícil llenarlos ni con los menús más agresivos. El currela que puede vuelve a casa para almorzar, los centros de trabajo se han llenado de cocinas, o recovecos, donde devorar el tupper, y al trabajador a pie de calle bien le va la acera o el capó de un motor para hacer lo propio. Son nuestros tiempos de crisis, también llamados tiempos chinos, o de chinos, pues los sueldos no alcanzan para un menú a diario.

En nuestros bares y chiscones, casas de comidas y restaurantes han quedado esculpidas para siempre estampas insólitas, que sin duda alguna hubieran atrapado el interés de Hopper para recrearlas en cuadros para la eternidad (recuerden a esa mujer que ven todas las mañanas en la esquina misma de la barra moviendo su café con una cucharilla de piedra) y, a veces, escenas neblinosas que recuerdan todas las posguerras del mundo.

Pero toda época opresiva y de penurias tiene sus combatientes. Los resistentes del momento son esas largas catervas de prejubilados que una vez al mes, pase lo que pase, se dan cita en la casa Hortensia de turno para aplicarse su homenaje de fabada y rioja del tirón, los amigos del barrio que necesitan rememorar sus trastadas periódicamente, el colega que se jubila, al que le han dado un premio o ascenso, al que le tocó la lotería, quién se casa o se divorcia, el que ascendió en el trabajo o en la vida, el que se jubila u ¡oh, milagro!, encontró trabajo. Si, todos estos y mil tipos más se desperezan cuando el viento del norte se hace dueño de las calle y toman estos restaurantes al grito de ¡qué cojones!. Parecen un trozo de España que se rebela contra el achatarramiento al que viene siendo sometida y que, por supuesto, no encontrarán acomodo jamás en ese enclenque menú de ocho euros a base de patata y grasas saturadas.

Sí, regresa el otoño destemplado de las setas que te regala el amigo, el repollo que compraste por cincuenta céntimos a esa abuela en el pueblo, las castañas de la Vera o el Bierzo que se asan en artefactos eléctricos modernos. Otoño para encontrarnos con nuestros propios divorcios y dialogar con esa novela cuya protagonista se alimenta de palabras y escribe cartas con la tinta malva que ella misma fabrica con el jugo humeante de la remolacha cocida. Tiempo también de espera cierta ante la inmensa cosecha de tubérculos y raíces que crecen bajo la tierra: la patata de otoño, el boniato, el rábano, el nabo, la zanahoria, la cebolla azul, la remolacha… Y para esos ojos que sonríen lágrimas al cruzarse con los amarillos, violetas, rojos, cárdenos de este tiempo de mudanzas.

TERESA MUÑIZ es asturiana pero hecha en Madrid, donde estudio en laEscuela de Bellas Artes de San Fernado, y vive. Crea y enseña pintura desde siempre. La abstración, el color, la determinación y el misterio son los puntales de su obra. Admira algunas de sus pinturas en su web.

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