El Pay Pay de los Famosos

Teresa Muñiz. Modificable. Acuarela sobre papel 57 cm x 77cm año 2005
Fotografía: Teresa Muñiz. Modificable. Acuarela sobre papel 57 cm x 77cm año 2005

 

Teresa Muñiz. Modificable. Acuarela sobre papel 57 cm x 77cm año 2005
Teresa Muñiz. Modificable. Acuarela sobre papel 57 cm x 77cm año 2005

Se han escrito trillones de palabras sobre las fuentes de inspiración creativa, qué la produce, quién la provoca, cómo la reconocemos entre tanta hojarasca de voces. Se han dado todo tipo de respuestas. La más compartida asegura que inspiración y trabajo cabalgan casi siempre unidos. Pero también la moda del momento tiene mucho que decir en este trance. Y sobre todo influye el proceder de aquellos que consideramos imprescindibles o los mejores.

En el momento presente, y de forma creciente, una de las fuentes de inspiración del periodismo opinativo y la narrativa de éxito, viene de las tontadas y otras necedades de los personajillos que llamamos indistintamente populares o famosos. Muy pocos se privan de acudir a las revistas del corazón y otras vísceras o los múltiples programas dedicados al petardeo para inspirarse o, simplemente, encontrar la frase o la pose de un don nadie, que es portada, que le sirva de palanca para un artículo o un comentario. Muy pocos dejan de pecar. Hasta juiciosos ensayistas que firman como filósofos han metido el cubo en este pozo. El fenómeno es tan creciente que los llamados periódicos serios o de prestigio abren secciones fijas donde se pica en este filón. Y llevan sus más reconocidas firmas hasta estas vetas.

Es cierto que recrearse en ese mundo tantas veces a tortazos con la realidad, y siempre ajeno a lo razonable, es un ejercicio fácil. Abrirse camino con buenas frases, incluso chistosas y ocurrentes, en el pedorreo de declaraciones de criaturas como Tamara Boyer puede resultar entretenido y sobre todo ser muy visto y leído. Otra cosa es que la dedicación lleve a alguna parte o que incluso sea conveniente para las meninges la sonrisa que pueda provocarte.

Pero así están las cosas. Es la moda, amigo, la que nos trae de la mano la fuente de la inspiración, no compromete a nada y atrae la curiosidad de la mayoría. Es verdad que construir dos frases, incluso líricas, sobre los labios de Rihanna y tres risas como ensalada de pepino sin aceite a propósito del libro de recetas de Gwyneth Paltrow, es fácil y sobre todo oportuno, pues estas hermosas mujeres siempre vuelan en business por las redes y el couche a todo color. ¿Pero tiene además sustancia todo esto?.

La debe de tener porque un buen puñado de las más reputadas firmas de nuestro universo mediático mete la sopa en esta yema y, en ocasiones, llega a disfrazarse con sus trapos de alta costura, se interesa por los delantales de los mejores fogones y hasta entrevista a los protagonistas de la nada hurgando en sus curiosidades intelectuales.

El asunto vuela tan alto que numerosos doctorandos profundizan en el menester. Uno de ellos, sevillano, cree tener atado que todo obedece a dos razones principales: el hastío que produce en el periodista curtido los sesudos temas habituales como la política y los políticos, la economía y esa vieja carcoma llamada crisis, y su necesidad imperiosa de huir de un tiempo sin salida y mate de colores. Esos monigotes que se despanzurran contra el agua en programas de televisión o que venden su intimidad más escabrosa, vendrían a salvarles (?) del hastío infinito que les producen los hombres de plasma y las mujeres de «agárrate a las crines». También sostiene que el cultivo de la levedad frívola de esas páginas ayuda a llevar mejor la boga de esta navegación ciudadana que no sabe muy bien si es una carabela en busca de El Dorado de Colón o que derrota por la laguna Estigia acechada por la parca.

Sea cual sea la razón última de esta invasión del petardeo, lo cierto es que la proyección mediática del lavadero público nunca fue tan extendida y atendida. Detengámonos como remate en el pensamiento (?) que inspiró a la Paltrow su segundo libro de recetas, culto a la personalidad, moda, bisutería, lencería y sonrisa dorada: » Deja el café, el alcohol, los lácteos, los huevos, el azúcar, el marisco, las patatas, los pescados que no vengan de la costa, el tomate, la pimienta, las berenjenas, el trigo, la carne y la soja».

Me pregunto cómo ha podido escribir esta mujer un libro de recetas de cocina odiando a tantos productos básicos.

TERESA MUÑIZ es asturiana pero hecha en Madrid, donde estudio en laEscuela de Bellas Artes de San Fernado, y vive. Crea y enseña pintura desde siempre. La abstración, el color, la determinación y el misterio son los puntales de su obra. Admira algunas de sus pinturas en su web.

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