Alerta Máxima

Fuente: CIS (Imagen de El País)
Fotografía: Fuente: CIS (Imagen de El País)

 

Fuente: CIS (Imagen de El País)
Fuente: CIS (Imagen de El País)

La última encuesta del CIS, que sitúa a nuestros políticos en la categoría de lo urgentemente desechable, debería acelerar el tic tac de la alarma pública en la que vivimos hace demasiados meses. El presidente del Gobierno es rechazado incluso por los suyos y el líder de la oposición ni está ni nadie lo espera a estas alturas. El resto es un batiburrillo de nombres y siglas que se desviven por ocupar el inmenso espacio que dejan los grandes partidos en su tremendo descrédito. El lamentable estado de revista de nuestra clase política ha llevado a algún periódico a compararlos de forma macabra con los militares. Naturalmente ganan los últimos por más de cinco cuerpos.

Lo más grave, sin embargo, es que no hacen nada para salir de su piélago, pues no saben por dénde empezar ni qué hacer. Se aferran a sus viejos hábitos, aquellos que conocen por experiencia y que en algún momento le dieron buenos resultados. El PSOE celebra el hundimiento de Rajoy y la caída de su partido y el PP respira porque al fin dejarán de preocuparse electoralmente por el PSOE. Actúan como pollos sin cabeza: el Gobierno con el raca raca de que el esfuerzo que ahora hacemos traerá sus frutos pronto (un pronto relativo y deslizante en el tiempo, eso sí) y el resto trata de convencer al mundo de que mientras más se esmeren los populares en los recortes mayor será la catástrofe económica, social y política de España.

Pero desconocen jugar de otra forma. El tiquitaca de nuestros políticos en nada se parece a los rondos hermosos, y luego veloces y felinos, de nuestros mejores equipos. Lo suyo es golpear a un hierro frío sobre el yunque. Y siempre con igual cadencia. Nuestra planicie política está tan yerma que hasta los alemanes se cuelan en las tribunas de mayor privilegio de nuestros periódicos y programas de radio y televisión al objeto de desmontar nuestra balbuciente crítica hacia ellos. Pero el Gobierno, que cada día parece más un títere de Berlín, no dice ni pío, los socialistas hacen críticas con vaselina y al resto no se le oye.

El único y diario ruido es el producido por las carcomas que aprovechan la clamorosa ausencia de un Estado para seguir marcando y ahondando sus particulares trincheras. Los políticos menores, que son mayoría, para mantenerse como sea el mayor tiempo posible, los nacionalistas para bruñir sus diferencias y los emergentes (?) para hacer más ostensibles cada día sus diferencias con los partidos, aún mayoritarios, en pleno desmoronamiento. Todos perciben el peligro pero muy pocos están persuadidos de su enorme gravedad.

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