Tremendo. Ha muerto Chávez y pareciera que el fallecido era el mismísimo dios. Tan grande es el griterío, las lágrimas y los pujos que estamos ante un óbito planetario. No estaba al tanto de que el mordaz y polivalente showman político bolivariano hubiera llegado al corazón de tanta gente. Pero observando ahora las multitudinarias plañiderías dentro y fuera de Venezuela y los contritos rostros de personajes como el iraní Ahmadineyad he de admitir que estamos ante un fenómeno de consideración.
Sin demasiado estudio y reflexión por mi parte quiero pensar que su figura política única ha terminado por construir un personaje que podríamos considerar como el primer opositor global de Estados Unidos en el mundo. Su lucha descarada y brillante (el «aquí huele a azufre» al ocupar la tribuna en la que antes había intervenido Bush es ya historia en negrita) contra Norteamérica durante años ha producido noticias y conmociones que han dado la vuelta al mundo centenares de veces y, luego, cosechado decenas de adhesiones hacia su figura de tantos como odian, recelan o temen a la nación de Lincoln. Todo ello le ha dado un marchamo de líder mundial. Si a esto añadimos los miles de millones de dólares que ha repartido entre sus legiones de pobres, tenemos el dibujo completo.
Pero hay un material más determinante aún. Se trata de ese nuevo invento ideológico y propagandístico llamado socialismo bolivariano. ¿Qué persona sencilla y bien intencionada puede no sentirse atraída por un relato político vibrante construido con trazas de Bolívar, marxismo, Jesucristo, budú, los danzones y sus canciones, la espada y muchos huevos?. Muy pocas. La adoración a Chávez también viene de ese menjunje ideológico bien batido.
Repito, confieso mi sorpresa ante la dimensión del fenómeno Chávez que, además, incrementara su leyenda . Sólo especular con las palabras del ahora presidente Maduro: «no fue vencido por el cáncer sino por el veneno del enemigo» dará juego para millones de osadías. He de anotar, sin embargo, que así que baje el soufflé emocional y concluya la inmediata campaña electoral en Venezuela, la geografía bolivariana sin Chávez empezará a cambiar. Porque la hondura transformadora del líder carismático en la realidad de su tierra es más bien somera (cosa distinta es la habida en el corazón de los pobres). La mitad de los venezolanos viven de las ayudas estatales y la otra resiste y espera su oportunidad para el desquite. Claro que el auténtico milagro bien comprobable de Venezuela es el que ambas comunidades convivan sin saltarse al cuello unos a otros. Ese Chávez bronco y amenazador habrá tenido algo que ver con esto también. Al fin y al cabo fue respetuoso con los resultados electorales, viniendo él del golpismo, y siempre encajó la crítica interna por muy severa que fuera. Él tenía varios canales de televisión a su orden y la oposición otras tantos.
Bueno, Pepe, ya veo que expresas tu perplejidad ante el fenómeno Chávez. A mí me pasó lo mismo hace un cierto tiempo, y he de confesar que, por esa contrapropaganda tan encarnizada desde esta parte del mundo, me interesó el asunto. Es populismo, sí desde luego, pero y si no? Si la izquierda perdió hace mucho su proyecto económico y eso la ha dejado (nos ha dejado) a merced de las agencias financieras internacionales, ¿no será lícito tirar de la manta de vez en cuando y empezar a favorecer a los más pobres y desauciados, a la mayoría de la población, frente al desmadre del capital y sus chapuzas? Ahora, que vivimos por aquí los efectos de esa «confianza» en la sociedad de mercado, sobre la que tanto se teorizó hace décadas como la única alternativa civilizada…, a lo mejor no nos vendría mal una salida airada, tajante y lo suficientemente agresiva como para poner coto a tanto desmadre capitalista, a tanta injusticia social encubierta so capa de las «medidas económicas necesarias», etc. etc ? Incluso aunque no tengamos un modelo económico de repuesto!