Acaba de morir Tàpies y el mundo de la crítica del arte se pregunta quién toma el testigo de su magisterio. La respuesta es un balbuceo. Nadie conoce al indiscutible que continúe trabajando con sus sueños entre nosotros. O no se atreve a pronunciar ese nombre que se moja en su boca.
Es tal la grandeza de Tàpies que al partir deja un enorme agujero negro a su alrededor. En esta España de artistas extraordinarios también hemos tenido uno de los más notables e influyentes que fuera un abstracto tocado por el om de oriente y fascinado por la mugre y la tierra espesa de todos los colores. La pintura europea desde los cincuenta a finales del siglo XX está toda influida por él. Tàpies es nuestro Pollock lírico, el nuevo Ribera de las sombras de terciopelo, un trapero del arte que dio a los símbolos de la pobreza la dignidad de la oración.
El arte pictórico abrió de su mano otro camino inesperado. Cuando la segunda gran guerra había abrasado y saqueado todas las vanguardias que alumbraron para el mundo los roussonianos franceses, él rescata de aquellos despojos los últimos retales existentes para dignificarlos con el rezo de sus texturas pardas y sangre. El expresionismo abstracto de Tàpies es la esperanza grandiosa que renace tras la muerte absoluta del siglo XX y enseña a todos los ciegos que llegaban al arte la nueva narrativa pictórica.
Su obra es quietud y silencio pero también un templo para cíclopes que va construyendo década tras década con materiales de acarreo primero y con el aliento espiritual de ese universo que él atrapa en el encierro eterno de su estudio, después. También era un monje sin sotana y un soldado sin espada; un perdedor dentro de la España destruida por Franco que, sin embargo, se salva al mudar el destino de la plástica en España y Europa hasta llegar a ser el primer seguidor de sí mismo.
Su desaparición coincide con las vísperas de un nuevo Arco. Ambos sucesos parecen decirnos algo: nos quedamos sin la vida del genio al tiempo que muere la feria del arte moderno de España, pues aunque abre con el ruido de todos sus clarines poco dice ya al mundo al que se dirige; otras ferias en Europa, América y oriente la han sepultado. Espero que no ocurra algo similar con el arte de Tàpies. Aunque en este aspecto debemos estar más confiados pues los grandes modernos españoles continúan vivísimos. Picasso, Dalí, Miró, Chillida… vencen al tiempo. Los críticos creen que es a causa de que todos ellos fueron vanguardia de vanguardias. O sea, los primeros.