Ética y Esfuerzo

Iñaki Urdangarín
Fotografía: Iñaki Urdangarín
Iñaki Urdangarín
Iñaki Urdangarín

La Casa Real española atraviesa un mal momento. Se ve golpeada -ella también- por el pedrisco de la corrupción, ese virus repugnante que ha llegado a enfermar a la España de los años de la abundancia. El episodio atufador en que se ha convertido la actividad económica de Urdangarin, duque de Palma, ha llevado el desconcierto al seno de la Casa y deja anonadada a la opinión pública española que tan alta opinión y respeto tiene del rey y la reina.

La ausencia de orden y criterio en la respuesta de la Jefatura de la Casa al torrente de informaciones comprometedoras, es igual de desasosegante que esas fotos complacientes de la reina con Urdangarin y señora en plena tormenta mediática. Insisten en que solo reflejaban el abrazo de una madre a sus hijos en apuros, pero ese beso tiene el mismo efecto si se procura en privado y, sobre todo, compromete menos a su marido, el Rey, quien a la misma hora había odenado apartar al enfermo Urdangarin de su casa en evitación de mayores contagios.

La moraleja de este episodio es nítida: la corrupción no respeta a nadie; vuela como el mal olor y se filtra como los líquidos pútridos y densos de los lixiviados. Ya ha tocado a todos. Y, sin embargo, el gobierno por venir y el que está a punto de irse (aunque en realidad se evaporó hace tiempo) ni se inmutan. La palabra corrupción y su condena no han aparecido en los últimos meses de campaña electoral; ni siquiera fueron mencionadas en el debate televisivo Rubalcaba/ Rajoy. El juicio a Camps y sus trajes, y la saga Gürtel, parecen más episodios de un  folletín que realidades bochornosas.

Mal le irá a este país si nadie llama a la formación de una voluntad colectiva contra la corrupción. El periodista Mariano Guindal, que hace millas las últimas semanas presentando su libro, El Declive de los Dioses, recordaba el viernes 16 en un acto las últimas palabras que obtuvo de un Luis Ángel Rojo muy enfermo: «España solo puede salir de la crisis con ética y esfuerzo». De la reparación de una de las dos ruedas de ese carro nos estamos olvidando.

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