La Casa Real. Al Vuelo 14

La Casa Real tiene últimamente demasiados tropiezos públicos. Pero no hay que dejarse engañar, ese tipo de resbalones suceden después de un largo tiempo de tensiones y preocupaciones internas, esas que no dan la cara casi nunca pero que se notan en la cara de sus protagonistas.

La Casa Real, y en concreto todos y cada uno de sus miembros más destacados, siempre fue objeto de comentarios privados no muy favorables. En ocasiones hubo (últimos años de Franco y alguna temporada con Aznar en Moncloa) que incluso fueron excesivos y alarmantes por sesgados y viles. Hoy no hablamos de esas preocupaciones.

Dominan las impresiones de que el Rey se nos hace mayor, que la Reina es como el Guadiana, aparece y deaparece, que el Príncipe de Asturias no acaba de convencer y… la Princesa. A las infantas, quizás para su bien, se las arrincona entre sus pasiones y otras desavenencias. Pero el ruido es alto. Parece que el poderoso eje de esa rueda, el Rey, no está sobrado de lubricante, chirría; y que a la fontanería de la Casa -en tantas ocasiones diligente y eficacísima- o no se la tiene en cuenta o está al pairo.

Los adversarios ocultos del Rey -muchos de los cuales halagan hoy al Príncipe– lo saben y dejan hacer y que se note el rum-rum todavía en sordina. Pero algunos toman notas de la verdad y la mentira con las que construyen relatos -qué cosa tan moderna- que solo deslizan en restaurantes de cinco tenedores, cacerías de invierno y fiestas con champán de la primavera-verano, que ya vienen.

Nadie, salvo cuatro exaltados de la extrema derecha o el republicanismo de ensoñación, quiere ver desenlaces no deseados, aunque son muchos los que pagarían fortunas por ver al Rey arrodillado y pidiendo árnica. En esas parece que estamos, o sea, con un panorama institucional algo más que chungo. Porque de Zapatero, hundido, y Rajoy, ¡ay, dios mío!, hoy no hablamos. 

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