El PP es un partido probado por su voracidad en pos de la conquista del poder. Desde que Aznar fuera su presidente lo persigue con la determinación de la pantera hasta atraparlo con la destreza del tiburón. El 22 de mayo ha conseguido una ubérrima cosecha: casi todo el poder autonómico y municipal relevante es suyo.
El PP, también, es un partido flojo a la hora de gestionar la cosa pública, o mejor dicho, el día a día de las pequeñas cosas: le resulta engorroso y, sobre todo, ingrato y trabajoso. Por ello gobierna con la voz muy alta, la propaganda de la mano de sus dirigentes y atizando a la oposición que responsabilizan de los males pasados, los presentes y lo que puedan venir.
Así ha sido siempre y así será en el futuro que ya ha empezado. Lo que ocurre en Castilla-La Mancha y Andalucía -con gran virulencia de palabras y fanfarria acusadora-, y en otros territorios con menos decibelios de sospecha, no es nuevo, ya lo ensayó con cierto éxito tras las elecciones locales y autonómicas de 1995. Habría que recordar sobre este particular cómo hicieron picadillo al Partido Socialista en Aragón.
En 2011 sus urgencias son bastante mayores: esta crisis es más profunda que la de los noventa, y sus consecuencias, en cuanto al deterioro de las prestaciones públicas, sólo acaban de empezar. La cirugía pública no se agotó en congelación de pensiones, sueldos públicos y otros recortes en determinadas prestaciones -que no las de desempleo-, que acometió el gobierno de Zapatero. Hay que emprender nuevos y muy dolorosos recortes, sobre todo en sanidad y prestaciones sociales, en especial en subsidios al desempleo y dependencia.
El PP deberá ser el principal impulsor de estas medidas, pues ya tiene el poder. Pero le da pánico el escenario y es por ello que está señalando con voz de hacha quiénes son los responsables de las medidas que adoptará. Y lo dice con todo el ruido que puede porque quiere que se entere todo el mundo ya que la labor de cirugía le llevara años acometerla. Pretende con la campaña estridente presente que nadie se olvide durante los cuatro años de legislatura que quedan que los responsables de todo este mal son los socialistas.
El PP, no obstante, solo ha enseñado algunas cartas hasta ahora, le queda la mayoría de la baraja. Así que entre en ayuntamientos y comunidades levantará actas de esto y aquello que llevará, según su interés, primero a la prensa, luego a los parlamentos (comisiones de investigación) y posteriormente a las fiscalías o los juzgados, según encarte. El objetivo es arrastrar durante años a un número indeterminado de socialistas por esos tribunales de dios para enseñarlos en aquellos momentos de especial tribulación política -que los tendrán sin duda– y dar tranquilidad a su electorado.
No es este un relato de ciencia ficción ni un invento. Se producirá con toda seguridad pues otra de las características del PP es su previsibilidad: siempre actúa según el patrón que le dio éxito con anterioridad. Y la primera legislatura de Aznar en el gobierno fue un diario bombardeo a los socialistas hasta arrasarlos en el 2000.