Todo Parece Indicar

Todo parece indicar que las palabras de los acantonados en la plaza de La Liberación de El Cairo fluyen autónomas y libres. Son la expresión de millones de personas hartas del paro, la pobreza y la marginación. 

Todo parece indicar, también, que su movimiento de protesta, tan rocoso y sostenido en el tiempo, no obedece al empuje de un líder y ni siquiera la religión o la ideología son las materias principales que los animan.

Todo parece indicar que Egipto, una nación enorme, ha decidido manifestar de manera bien expresiva pero pacífica que está harto de sus gobernantes y exige vivir algo mejor. Ni más ni menos. 

Todo parece indicar que en la otra parte de la ría, aquella en la que está intalado el poder local: Mubarak y sus pretorianos, y los poderes del mundo: Obama y sus aliados, palpita un grave problema: cómo salir de la crisis sin provocar un baño de sangre y sin que se obture esa femoral del mundo por la que fluye el crudo y el gas.

Todo parece indicar que el embajador norteamericano en Egipto está interpretando el papel más importante y decisivo de su vida: se trata de que la tierra de los faraones no troque en una exaltación islamista inasumible, pero tampoco que el cleptócrata Mubarak aguante mucho más tiempo en palacio.

Todo parece indicar que, sea cual sea la conclusión final de este invierno para la esperanza del mundo islámico, nada volverá a ser igual: ni Occidente tan comprensivo con las dictaduras de la zona, ni el islamismo como la amenaza cierta que señala a nuestro mundo.

Todo parece indicar que la preocupación nuclear de los pueblos musulmanes del norte de África, al menos, es su hambre y su dignidad. Ni el yanqui perverso ni el colonizador europeo les obsesionan. Si el uno y los otros les atienden tanto como a sus intereses estratégicos, el avance será enorme. Recordemos a Turquía.

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