Que Rajoy ande a orza el hombre con la crisis de espías y ladrones es entendible. Poco se le puede exigir pues es más que posible que ni él mismo sepa si manda algo en el PP o ni siquiera eso. En ese partido a estas alturas nadie sabe a ciencia cierta si lo que se disputan es el poder interno o el único salvavidas del bote. Llevan demasiados días haciéndose fotos todos juntos y con caras severas como para que nos creamos que están unidos. En el otro lado del espectro político, los socialistas, la cosa es bien distinta, aunque el resultado final pudiera ser incluso peor que para el PP si no lo remedian pronto. No les apalean ni espías ni ladrones; se mantienen razonablemente unidos y el liderazgo de Zapatero no corre peligro alguno.
La única losa de granito que les aprieta el espinazo es la crisis económica- y algo más: la existencia de un gobierno que en buena medida no funciona; más huido que desaparecido, una suerte de fantasma que lastra la imagen y la gestión del PSOE en el gobierno tanto como si millones de toneladas de granito le colgaran de la cintura. Lo desconcertante, sin embargo, es que ese dogal se lo podría apartar Zapatero con el solo ejercicio de su voluntad. Pero no ocurre así. Se supone que mide pros y contras, los tiempos y el momento precisos. Puede que se le pase el arroz y ocurra que ese mal gobierno le reste tanto como medio millón de parados más. Si Caja Madrid lleva casi un año paralizada por causa de la batalla política que libra el PP en ella, es un problema que la caja no puede gobernar, pero que un Gobierno agotado contribuya de la manera que este lo hace al debilitamiento del crédito del presidente es poco entendible. Así las cosas, las mamarrachadas de un ministro en apuros como Bermejo son peccata minuta .