Nueva York es agua

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

En la siempre pujante ciudad de Nueva York tienen un especial cariño por su agua corriente. El neoyorquino está orgulloso de ella y la ofrece en abundancia con todo su afecto. En el bar, el restaurante y el garito, en los actos sociales y las casas particulares siempre hay personas distribuyendo vasos de vidrio repletos de agua con hielo que, cuando están mediados, vuelven a llenar.

El plástico, ese envoltorio dañino que nos trae el agua embotellada que pagamos como un lujo (mil veces más cara que la municipal), casi ha desaparecido en la ciudad de las alturas. Millones de toneladas menos que se ahorra la tierra.

Es de agradecer que la gran capital del mundo (¿aún lo es?) que destaca por tanto (haga memoria y verá en cuánto) llame la atención también por algo tan corriente. Nueva York ha cambiado bastante los últimos años y se nota al pasearla a conciencia (más de 100km en cinco días, 70 horas en la calle). Por ejemplo, Central Park es una pradera, un bosque, un camino y un paseo impecable. Casi todo parece perfecto al comienzo de la primavera: es limpieza suficiente y orden, y decenas de miles de personas que pasean, corren, pedalean o hacen otros deportes sin rozarse.

Los trenes del metro son obuses persistentes a los que puedes subir en menos de tres minutos de espera; con el camarero, rápido y eficaz, te entenderás siempre porque habla español o tiene un compañero mexicano al lado. Debe de haber una aceptable gestión municipal (si eso es posible tratándose de un monstruo urbano como el que hablamos) porque no se ve mal lo más difícil de ocultar: limpieza, seguridad, transporte, urbanismo y vivienda.

Claro que como la urbe que acoge a más de 10 millones de habitantes y varios más temporales o transeúntes se extiende por miles de hectáreas, es pujante y ultra competitiva, sus trenes, metros, autobuses, coches particulares (y también las miles de salas de espera de otros tantos menesteres) son testigos mudos del un monumental bostezo de decenas de miles de personas cada segundo. El sueño no termina nunca. A las siete u ocho de la mañana, o las cuatro o cinco de la tarde, en cualquier recorrido y en todas las esperas, él y ella abrirán esas bocas tan desencajadas de las personas agotadas. La media de dos y tres horas diarias dedicada al transporte, y jornadas de trabajo interminables y agotadoras son responsables. Lo bueno, no obstante, es que el metro no cierra nunca y las propinas de entre el 10 y el 20 por ciento sobre el total del servicio se pagan a rajatabla.

 

Little Spain

 

Claro que Nueva York tiene grandes defectos. Se come mal: McDonald’s continúa siendo el Rey y la pizza su prometida, y el menú equilibrado es muy caro, pero también muy variado porque en ella se preparan las cocinas de todo el mundo. Y no deja de crecer hacia el cielo y buscar la sorpresa y el récord. La réplica de las torres de cristal y acero también es suya. El entorno de Central Park levanta nuevos edificios espigadísimos que acarician las nubes cada mañana. Brooklyn acoge el negocio de cuello blanco que no cabe (o no puede pagar) en Manhattan, y en la isla de Woody Allen, junto a la antigua ribera portuaria e industrial del Río Hudson, se levanta otra Nueva York que ya deslumbra. No hace falta tener una encendida imaginación para sentirte en otro planeta al salir de picotear de noche en Little Spain.

Por cierto, gran movida esta de Little Spain en Nueva York. Casi 3,500 metros cuadrados de cocina española recién inaugurados que está llenando desde el primer día. Se trata de un amplio recinto que localizas de inmediato por el ruido ambiente: saludos efusivos, voces y risas. Y definitivamente español cuando saboreas el producto o catas el vino: todo auténtico, hasta el gazpacho estilo de Algeciras. Llama la atención también que no se vea la imagen de toro alguno y la flamenca se cayó de la exposición. Tampoco están presentes el abanico, el cartel de feria y los geranios. Todo parece un antiguo mercado municipal actualizado de Madrid, Barcelona o Valencia, con calles que se llaman Sierpes, que buscan su encaje con el gusto local. Se oye hablar inglés mucho más que español y en el hilo musical la voz gitana es de Ketama, el indie especial de Vetusta Morla y la voz cálida del catalán Manel.

¡Ah! También aquí el agua se sirve con gusto y a granel.

PAULA NEVADO
A Paula Nevado, su inquietud y sensibilidad familiar, le han llevado a formarse en diferentes disciplinas creativas y trabajos artesanales. Desde hace años se las tiene con la luz y sus caprichos para adobar con ellos las imágenes que le interesan. Con esta colaboración traslada de manera abierta la búsqueda del mundo que solo puede capturar su ojo. Puedes seguir su trabajo en Instagram: @paula_nevado

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