Es increíble la resistencia del ser humano a ser razonable con las cosas de comer (y tantas otras, claro). Ante la mesa, el sentido común se esfuma casi siempre, dejando al hombre cual desmayada criatura conducida en exclusividad por sus apetitos. Sólo le detiene la saciedad máxima o el estiramiento Seguir leyendo
Cerrar