EL VESTIDO NARANJA
El vestido naranja lo levanto:
debajo hay una gruta, son dos grutas
-el vértigo, una nube-,
entrar en otra calma, un sol de aceite.
Dos pizcas, dos minucias enormes no son pizcas,
son dos garbanzos de agua masticable
igual que se mastica la vida en tus adentros,
mar adentro, más adentro de ti, tú descosida
como si tu placer fuera costumbre
y el aire así entreabriera el vapor de unos labios.
Las termas se descubren, se recubren
de un silencio salado en el arroz.
Tú buscas lo rotundo, lluvia o grano
y yo lamer la sangre, los tejidos, tú que embista
y llene tus dos grutas, las ocupe
como una doble piel o un doble cuerpo.
Joaquín Pérez Azaústre