Sierra de Gata

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

Disfrutamos de la primavera más verde y húmeda de los últimos lustros. Los campos se han adueñado de la lujuria y las arboledas, tras la noche de tormenta, amanecen frondosas y bailarinas como amantes satisfechos. Las nubes ora acompañan ora se esconden, mientras la suave temperatura permite que las flores se construyan a cámara lenta luciendo su color y olores por más tiempo que nunca. En este estado de gracia,  quienes más partido sacan a la primavera son las grandes sierras y, de entre ellas, aquellas que muestran sus panzas arboladas y montaraces al sur. Sus pequeños pueblos y las huertas apenas cuidadas descubren la invasión de frutales que los inundan y bajo sus faldas fluyen insonoros regatos de aguas humildes y limpísimas en  busca de arroyo.

Así encontramos hace unos días la Sierra de Gata,  extremo occidental de Extremadura, confín olvidado de España y cobijo de pequeños pueblos de negros granitos alineados en viejas cercas y calles que se mantienen firmes gracias a recias morteradas de cemento. Los gobiernos regionales y municipales de la democracia han hecho (e insisten) lo imposible para que no desaparezcan, para que sus iglesias y otros blasones no terminen en montoneras de piedras abandonadas y sus calles convertidas en hondos cuérragos ocultos por la maleza y la ausencia clamorosa del nombre.

Ahora el recuerdo, aún bien presente, del incendio pavoroso que desbarató buena parte de su piel verde, parda y en flor, estorba la mirada sobre el horizonte. Pero la determinación de las autoridades por hacer desaparecer del paisaje los millares de picas calcinadas en que quedaron convertidos tantos arboles tras el fuego, logra suavizarlo. Los mojones que anuncian y orientan sobre tantas rutas forestales y el tropiezo constante con casas rurales y discretos monumentos, plazas, calles y hasta antiguas albercas, indican la insistencia por permanecer,  mantenerse fijados al territorio y ponerle cara al abandono.

Los pocos vecinos que quedan, el puñado de héroes que regresaron y la mínima subvención pública, dibujan un fresco bodegón en el que se representa al humilde queso, los vinos que se agarran al gaznate y un surtido de regalos que da la sierra y el sol: la miel, la fruta y el ajuar tan variado que nos da el cerdo. El esfuerzo también se aprecia en los caminos y carreteras bien dispuestas y la provisión de alojamientos decentes, aseados y económicos. También el reclamo de las Hospederías que ha construido la Junta de Extremadura como reclamo mayor, y hasta de lujo, para llamar la atención sobre aquellos parajes que se muestran hoy tal cual fue la naturaleza, aunque, ay, escasea el aliento humano cuya ausencia transforma el paisaje en miedo.

 

La Raya de Portugal

 

En San Martín de Trebejo tenemos una de esas Hospederías magníficas y se produce un vino comunal que ofrecen como un tesoro. A muy pocos kilómetros de este lugar, en Villamiel, un matrimonio de esforzados, que siendo jóvenes expulsó a Madrid la escasez y el paro, ha vuelto para construir con su talento, manos, ahorros y créditos bancarios una casa de mil metros cuadrados llana como la palma de la mano y tan completa como el dibujo más primoroso. En ella, han encastrado un restaurante que llaman La Azuela. Pocos platos pero todos sobresalientes. No falta el cabrito en salsa (especialidad) y una sopa de cocido para recordar siempre. La bodega es suficiente y el trato que recibes equivale a la sensación de una cálida caricia.

Las familias señoriales que allí fueron han legado pueblos como Hoyos -un recoleto núcleo urbano con portadas blasonadas de escudos en plena falda serrana- y restos poéticos como la ruina del Castillo de Trebejo desde el que se divisa lo mejor de las crestas, quebradas y vaguadas ahora verdísimas de aquella sierra. Y también la cabezonería pública porque todo aquello no acabe siendo devorado por esa sentencia tan lacerante que llamamos la Raya de Portugal: olvido, matojos y alimañas.

PAULA NEVADO
A Paula Nevado, su inquietud y sensibilidad familiar, le han llevado a formarse en diferentes disciplinas creativas y trabajos artesanales. Desde hace años se las tiene con la luz y sus caprichos para adobar con ellos las imágenes que le interesan. Con esta colaboración traslada de manera abierta la búsqueda del mundo que solo puede capturar su ojo. Puedes seguir su trabajo en Instagram: @paula_nevado

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