¿Comemos mal? Un malestar creciente

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

Si estamos atentos al vasto mundo de la alimentación, observaremos sin gran esfuerzo que algo no va bien; que el sector arrastra una cojera creciente llamada sospecha de fraude o amaños; se le acusa de ser contribuyente neto en algunas de nuestras enfermedades más extendidas y, yendo más allá: el gran animador de ese problema apocalíptico llamado plástico. Y mil desafueros más.

Es lógico, pues, que amplios sectores de este mundo, desde productores a distribución, restauración y ocio estén más que preocupados por la deriva “casi nihilista” por la que transita el relato que en los últimos años se viene construyendo sobre el consumo y sus mil brazos. Porque no hay día que varios medios de comunicación y multitud de dietistas (¿de dónde sale tanto experto en dieta?) no den cuenta de una mala práctica industrial o comercial, o que estos últimos expertos, aliados con la enorme tropa de influencers, alerten sobre la existencia de una nueva sustancia química letal, pongamos en el cocinado de patatas.

Cada día, en fin, mil altavoces o pantallas se afanan por mostrarnos un nuevo cerdito del pozo. En las últimas fechas, y sin recurrir a mi bloc de notas, recuerdo cómo se ha destapado una batalla entre productores y transformadores de atún europeos (españoles en su mayoría) y la distribución, que además se abastece del “atún esclavo” proveniente de latitudes del mundo donde la mano de obra es una de las últimas preocupaciones.

También se nos alerta de una epidemia de anisakis: “Más del 90% de la merluza europea tiene parásitos”. Y la pesadilla se extiende a las sardinas y boquerones, al chicharro y el calamar. Asoma otro nuevo pesticida químico cancerígeno llamado acrilamida que aparece “de forma natural” al cocer la heroica patata a altas temperaturas. Y para colmo, Chicote amenaza con un Informe de seis capítulos en La Sexta sobre denuncias alimentarias. ¿Descubrirá tiendas, trastiendas, almacenes y colmados tan espantosos como las cocinas pringosas que nos descubrió en tantos restaurantes hace unos trimestres?

 

Desinformación masiva

 

Así pues, un sector económico tan evolucionado, dotado de capital y colmado de talento empieza a acoquinarse; no entiende que en el momento en que, en Occidente al menos, tenemos la alimentación más segura de nuestra historia; en la etapa que más bocas están alimentadas y cuando se acaricia la erradicación del hambre en el mundo, ocurra este “fenómeno pánico”. No comprende cómo teniendo la más rica y variada oferta de productos inimaginable hace tan solo 20 años; la más imaginativa y múltiple; la que se adapta como guante de cabritilla a gustos y creencias; la que se adecúa a nuestras necesidades,  intolerancias y a todos los bolsillos (y también a los que nada guardan en ellos), esté siendo baqueteado como si fuera un pudridero que hace ricos a unos desalmados haciendo ingerir pestes a todos.

Y no les falta razón. Después de años de dudas y vanas esperanzas. “Esto pasará, siempre hay tiempos críticos”, se han convencido que no solo tienen que ponerse las pilas, sino pertrecharse de ideas y conocimientos para entender el mundo que les amenaza con desconcertar al consumidor y descoyuntar sus legítimos negocios.

Claro que lo primero que se les ocurre es intentar callar la boca del mensajero, descalificar la crítica de aficionados, o no, y luego pedir ayuda a las administraciones para que éstas acudan en su defensa. Es un vuelo muy corto, casi incomprensible en un sector con tanto músculo económico como exposición pública.

Quizás debería empezar por entender el mundo presente (y la ideología) que le domina. El mantra de que la tierra se nos va a pique por un consumo excesivo que esquilma nuestras materias primas, arrasa la biodiversidad y convierte los mares en sentinas de plásticos, estaría en la base de todo.  Así, las múltiples industrias que nos procuran alimentación y ocio no serían ajenas a la explotación del planeta, de sus hombres, animales, plantas y recursos naturales. Si a ello añadimos el larguísimo debate sobre transgénicos (¿con qué alimentan a los animales?, ¿qué tomate nos hacen comer?), la nueva sensibilidad ante los animales (algunas granjas que hemos podido ver saltando la verja trasladan estampas que bien podrían ser infiernos imaginados) y, más recientemente, la incursión de influencers, nos llevan a una desinformación masiva.

 

Se necesita transparencia

 

Claro que el sector de la alimentación en general -hay casos singulares que se escapan de esta generalización-  no ha hecho demasiado para combatir el muñeco con el que se le viene vistiendo. Insiste en continuar creando certezas a base de publicidad masiva. Se ha creído el cuento de los publicitarios que llegan a equiparar comunicación con publicidad y aún propaganda. Y nada más lejano de la realidad. Además, permanecen cerrados como almejas asustadas a la comunicación solvente: las empresas en general no son transparentes. En este sector, como en otros muchos, se necesita más claridad y abundancia de datos contrastados sobre su actividad.  Cabe hacerle la misma petición que ha realizado la Asociación de Periodistas Económicos a las empresas cotizadas, a través de la CNMV: quieren comunicados de prensa creíbles.

Es verdad, no obstante, que no es el único sector económico clave en el mundo bajo sospecha. Casi todas las secciones del periódico suelen incluir alguna información que expele un cierto olor a azufre. Falta explicación, transparencia, empresas informativas respetables y mucho más. La publicidad ya no es suficiente para mantener el sector a salvo de las inclemencias.

PAULA NEVADO
A Paula Nevado, su inquietud y sensibilidad familiar, le han llevado a formarse en diferentes disciplinas creativas y trabajos artesanales. Desde hace años se las tiene con la luz y sus caprichos para adobar con ellos las imágenes que le interesan. Con esta colaboración traslada de manera abierta la búsqueda del mundo que solo puede capturar su ojo. Puedes seguir su trabajo en Instagram: @paula_nevado

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