El ayer nunca deja de pugnar por ser futuro. Ocurre con todas las materias que trata el hombre. En ocasiones sus profecías se cumplen y observamos, incluso maravillados, acontecimientos como en la última final masculina del Grand Slam de Tenis de Australia compiten Federer y Nadal, dos grandes deportistas que sobre todo son historia. Pero no es lo habitual. Lo normal, la rutina casi, es contemplar como quien no pudo llegar a culminar sus ambiciones persiste en ello a lo largo del tiempo, la lógica y hasta el decoro en ocasiones.
Otros, quizá los menos inteligentes o capaces, aprovechan las experiencias más brillantes de quienes sí fueron realmente decisivos para intentar escalar hasta la consecución de sus metas. Una de esas personas es Albert Rivera, siempre con citas de Suárez, Kennedy o Churchill en la boca, pero todavía sin haber conseguido una frase propia a la que otorguemos el mérito de ser recordada.
En las últimas semanas, dos políticos protagonistas de numerosas portadas informativas recientemente, pero muy castigados, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, pugnan por romper las camisas de fuerza que les trenzaron sus errores y sus respectivas formaciones políticas, para volver a proclamar a gritos el NO que los apartó del liderazgo absoluto. Y en sus partidos políticos se reavivan de nuevo las ascuas de la inquietud y el mundo institucional al completo gira la mirada, frunce el ceño y se pregunta: «¿Los unirá de nuevo el NO a Rajoy y su música?
Se hacen cábalas -que insisten en ser muy posibles- que ven a Iglesias ganador de Vista Alegre II por la mínima, pero que será suficiente para despeñar a Errejón y su “tropa de vendidos”. En el PSOE temen también que Pedro Sánchez y-el-verbo- radical-del-dolorido-por-tantas-injusticias- que-contra-él-cometieron, se apodere de la mayoría del militante político más baqueteado del mundo.
Así que se presume la escena próxima de ambos troceándose un gobierno imaginario: el uno pensando que se comerá al PSOE por fin, y el otro, ufano de haber salvado el honor del gran partido de la Rosa. Esa es la historia de ficción con la que sueñan, aunque lo que ocurriría en realidad, si a la postre el pasado se impone al futuro, es que el PSOE entrará en el colapso previo a la agonía de la muerte y la barbarie se apoderará de Podemos.
Pero puede ocurrir. El demonio de los milagros se muestra generoso de nuevo con nuestro mundo. Reparemos sin ir muy lejos en el regalo con que ha distinguido a Norteamérica; ni el mismísimo Dios -tan pendiente de la nación de la Tierra que más le nombra- ha podido impedirlo. Los corazones rotos del hombre blanco no soportan por más tiempo a los globalizadores y echan mano de las fronteras de nuevo. Este demonio duerme invisible en el vértice más alto de la Torre Eiffel desde las pasadas Navidades.