Papeles que soliviantan

Paraiso fiscal
Fotografía: Paraiso fiscal
Paraiso fiscal
Paraiso fiscal

Está el personal soliviantado con las revelaciones que traen los Papeles de Panamá. Después de ver miles de horas de metrajes de películas de espías y ladrones, de políticos, usureros e innumerables maneras de ser bandarra, deberíamos de estar curados de espanto.

No diría yo, como sostiene el Nobel Krugman, que el olor que desprende la olla de Panamá es casi agradable en comparación con los hedores que -sospecha- ventilan otras cloacas del mundo. El dinero -o los hombres con mucho dinero- desde siempre buscó el mejor sitio al sol. Para ello se saltó todas las leyes, y sus grandes amasadores, cuando tuvieron oportunidad, promulgaron legislaciones que lo protegieron contra toda evidencia de inmoralidad e indecencia, como viene ocurriendo en el último siglo y medio.

Los paraísos fiscales son una realidad tan patente como la hamburguesa para el inocente: gula, grasa y gusto por poco dinero. Se expresan evadiendo, o realizando blanqueo, o condenando a las clases medias y al trabajador de todo el globo a pagar la práctica totalidad de los impuestos del mundo.

Todo esto lo deberíamos tener interiorizado a estas alturas. Porque el gran cine norteamericano y su mejor periodismo vienen relatando la corrupción política y esta otra hez al menos desde los años cuarenta del siglo pasado. Y las revelaciones esporádicas de altos funcionarios: papeles McNamara, caso Profumo…. Más recientemente, la avalancha de filtraciones y «hackeos» de Wikileaks, las evidencias sobre espionaje planetario que trajo Snowden, la lista Falciani…

El mundo del gran dinero, sí, esta podridísimo, pero el resto de mortales hacemos poco más que escandalizarnos someramente durante unos días y dejar hacer el resto del tiempo. Tras la crisis financiera norteamericana que arrastró a Europa, hubo responsables políticos, como el presidente francés Sarkozy, que se comprometieron a liquidar los paraísos fiscales. Pasados los años ocurre que aquellas amenazas espolearon el cerebro de legiones de abogados que prepararon legislaciones más sofisticadas para blindar aún mejor a los ricos, generando al tiempo campañas de información que relataban lo contrario.

El dinero siempre encuentra un refugio como el agua una rendija. La noticia, entonces, de los Papeles de Panamá no debería estar en los nombres que desvela sino en qué se pretende con su revelación. Todo concluirá en poco más que una sanción moral y pública de los implicados (eso sí, planetaria) y acaso la dimisión y el paso al ostracismo de algunos políticos. Para las grandes fortunas es solo un contratiempo. Si Panamá, Andorra, Man, incluso Suiza, cerraran, no habría gran problema: el mundo está poblado por miles de islas.

Ah, el cine, el buen periodismo y la mejor literatura seguirán contando historias bárbaras del mundo del dinero y sus ejércitos privados. Al fin y al cabo el demonio convive con todos nosotros, incluidos los santos. Releamos La Divina Comedia.

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