«Las certezas han sido abolidas (…) pero las políticas de austeridad seguirán (…). El cambio de un partido por otro no va a solucionar los problemas». Con esta rotundidad se expresa el sociólogo Zygmunt Bauman en el diario El País del sábado 9 de enero. El pensador europeo que con mayor acierto viene describiendo el trastabille del mundo presente que se desmorona, además, no tiene la llave que nos abra alguna luz sobre el futuro: «No soy capaz de hacer de profeta», aunque está seguro de que «los problemas españoles no están confinados al territorio español, sino del globo. La presunción de que se puede resolver la situación desde dentro es errónea».
Si todo lo que nos sucede -como a buena parte del mundo- es como lo describe Bauman, ¿por qué nuestros políticos se empeñan en convencernos de que la solución está en sus propuestas? Seguramente es que se conducen por la inercia de las viejas prácticas democráticas, de la misma forma que nosotros acudimos a las urnas pensando que contribuimos a la esperanza. Pero nuestros sistemas democráticos carecen de los instrumentos necesarios para conducir el cambio global al que estamos sometidos. Y los estados-nación aún menos.
Convendría, pues, estar más atentos a lo que ocurre fuera que sobre nuestros modestos desvelos. Las respuestas las iremos encontrando en otros escenarios en la medida en que crezca en nosotros la certeza de que los acontecimientos globales (que casi nunca son fortuitos) nos afectan siempre para bien y para mal.
Sucesos como la caída radical de los precios del petróleo, la economía china sometida a una pertinaz ducha escocesa, la incapacidad de nuestros gobiernos (?) por concertar una agenda global contra el cambio climático o, sin ir muy lejos, las increíbles y masivas agresiones sexuales a mujeres ocurridas la pasada nochevieja en diversas ciudades alemanas, nos afectan bastante más que cualquier decreto de nuestros gobiernos.
Pero no conocemos suficientemente porqué ocurren la mayoría de estos graves acontecimientos, qué los precipita y qué se busca. Y sobre todo se nos oculta quiénes manejan estos procesos; porque es seguro que los políticos que elegimos en nada de esto participan, a lo sumo son compañeros de viaje.
Por ejemplo, ¿debemos creer sin más que los abusos sobre mujeres en Alemania (centenares de denuncias en varias ciudades y decenas de detenidos) son espontáneos, consecuencia acaso de la libre concertación de grupos de emigrantes musulmanes sin papeles? No. Alguien les ha inducido, buscando unas determinadas consecuencias.
Sí, el mundo está confuso, crispado y falto de una gobernanza global. Los líderes políticos con capacidad de decidir han desaparecido; dirigen los mercados según su interés. Pero la semana que comienza, la formación de un gobierno separatista catalán, el paseo por el banquillo judicial de una infanta y la circunstancia de que los diputados españoles elegirán la presidencia y el gobierno del Congreso de los Diputados, ¡gran noticia!, ocuparán todo nuestro afán. Magnífico comienzo de año.