Los políticos en campaña electoral meten las narices en casi todo. O eso suponemos. Pero no es así siempre. Espulgando en sus programas electorales (o, por mejor decir, espigando en sus declaraciones) nos encontramos que hay pocos posicionamientos claros sobre casi todo. Pero no todos son iguales. El PSOE es el partido que se explica con mayor largueza, mientras que el PP las promesas se las guarda a Rajoy para que las eche a volar cuando conviene. Es curioso cómo, al profundizar en los textos de Ciudadanos, nos encontramos con que allí habita un sosias de Aznar que pontifica y, si es en la literatura de Podemos donde husmeamos, observaremos tanto collares de guirnaldas alternativas cosidas en las casas de ocupas, como recetas para practicar la solidaridad en tiempos de catástrofes.
Así las cosas, ¿qué proponen sobre el vastísimo mundo del comercio alimentario, su seguridad e idoneidad para una mejor y más sana alimentación y el equilibrio de nuestros sistemas naturales? Su búsqueda es tan penosa como intentar descubrir una musaraña en la lavadora. Pero se encuentran perlas. Por ejemplo, el PP se escapa de mojarse sobre el comercio y consumo de transgénicos afirmando que ellos están siempre a favor de los alimentos que las agencias alimentarias consideran aptos para el consumo. ¡Vamos, como si las agencias actuaran por libre asidas solo a la ley natural o inspiradas todas por el Espíritu Santo! También Podemos patina y otorga a estas agencias la facultad para poder retirar campañas de publicidad de alimentos ¡Vamos que transforman a biólogos, bromatólogos y dietistas, por ejemplo, en leguleyos de la comunicación publicitaria!
Más allá de estos chistes tristes, el resto no creamos que estén muy lejos de la broma (o el espanto). El PP anuncia que promoverá campañas a favor del consumo de vino (promoción del enoturismo llama a esto) y Ciudadanos hace suya, sin matices, la mentalidad de cosechero de granos del medio oeste americano cuando sostiene que los transgénicos son la solución para el problema del hambre en el mundo. Sobre este particular, también el PSOE se encoje y lanza la pelota para que sea Bruselas la que dicte una política común europea sobre estos granos tan duros como el granito y tan saludables como las peras.
La lírica se hace más presente aún cuando entran en el consumo de azúcares o sal, grasas saturadas o los insolentes derivados de la leche. La apuesta más arriesgada que he encontrado es la de Podemos: pide un IVA mínimo del 4% para que se pueda tener acceso al consumo de fruta (los pobres, se sobreentiende). Pero poco o nada sobre cómo atacar el exceso de azúcar, sal o complejos manipulados de las carnes. La solución se la endosan al futuro, o acaso a sus compañeros del área sanitaria. Esta contradicción se ve con claridad en el programa del PSOE: en tanto que las propuestas en materia de salud son exigentes y concretas, aquí la pluma del redactor silba melodías sin mayor compromiso.
Resulta bien curioso este vacío programático en un tema capital para el ciudadano como es qué comemos. Su ausencia en esta campaña (y siempre, habría que añadir) es tan clamorosa como el olvido de la palabra cultura. ¿Qué ha sido del ruido de los actores, el silbido de los músicos, el lamento de los plásticos y el grito de galeristas y gerentes de museos? ¿Qué pasó? En los bares donde vuelan las palabras que tanto desprecian al hombre que nos gobierna (humus economicus), se dice que todo viene como consecuencia de las filtraciones a un periódico de Madrid, días antes del comienzo de la campaña electoral, de la existencia de varias instrucciones judiciales sobre productores, distribuidores y aún exhibidores de películas por fraudes en la venta de entradas al objeto de conseguir subvenciones públicas.
Ha sido como si hubiera estallado una bomba de fósforo en el centro de la asamblea permanente de los cómicos. Los estrategas del Gobierno han anulado a la vanguardia del 21% de IVA cultural, el cine, al dar salida a tan fabulosas revelaciones judiciales.
Habría que conocer con mayor profundidad las razones para tanto olvido, omisiones y desinterés político por asuntos ciudadanos clave. Iremos huroneando en próximos artículos hasta hallar alguna razón de peso que lo explique. Porque el tema es tan chocante que uno de los más sonoros partidos en liza hubo de acudir en urgencias a un veterano hombre de la industria alimentaria y las relaciones institucionales para que le escribiera unas cuartillas que sirvieran de base para su programa. Y les preparó esos folios. Hoy desde ese partido se nos dice que tomemos mucha leche. Algo es algo.
TERESA MUÑIZ: “En numerosas ocasiones, paseando, asomada a una ventana u observando un objeto, nace en mi la necesidad de detener esa visión. Poseer esa imagen de una manera instantánea y veloz nada tiene que ver con mi trabajo pictórico, pero me sirve de referencia y confirmación de lo que en ese momento me interesa. Esta reflexión viene al caso porque, conversando con Pepe Nevado y celebrando nuestra colaboración tan fructífera que culminó con la publicación del libro Pan Soñado, se me ocurrió proponerle seguir caminando juntos pero en esta ocasión con fotografías. Aquí están”.