El bienestar

El Bienestar
Fotografía: El Bienestar
El Bienestar
El Bienestar

Sorprende que en estos tiempos depresivos de penurias económicas y rebullir de la ira haya empresarios e instituciones en España que abran un paréntesis (de la cualidad de un globo de cómic mágico) para hablar del bienestar y la felicidad de los hombres. Esto sucede en la ciudad de Córdoba gracias a una idea de la Cadena Ser y el apoyo de instituciones públicas andaluzas y universidades locales. Porque hace tiempo que el concepto bienestar se descolgó del discurso político y no entra jamás en “los informes de poder” referidos a cómo gestionar las cosas que afectan al hombre en nuestro mundo. O sí; lo garabatean para unirlo a la frase mágica de “Estado del bienestar” cuando quieren apalearla “porque no podemos permitírnoslo”.
Así sucede que el bienestar ha terminado por buscar refugio en el espacio privado de algunos hombres como si fuera un halo, una necesidad, un sueño individual o, quizás, sólo un ideal subjetivo: cada uno de nosotros tiene una idea de bienestar que aspiramos a conseguir, aunque en la mayoría de las ocasiones erramos al concebirlo de forma incorrecta pues, aturdidos por el ruido externo, confundimos bienestar con dinero y consumo extremo.
Existen, no obstante, sociedades en las que el bienestar de la persona encuentra un ecosistema donde se halla a gusto. Suele coincidir con territorios culturales muy antiguos en los que el batir de los siglos, con sus erosiones gigantescas, dejaron sedentes deltas de paz y feraces rosarios de sabiduría. En España, Andalucía anda en esta materia a la cabeza, al igual que lo encontramos en las islas griegas, o lo atrapan los indios en las aguas del Ganges.
No es casual (o no es un error) entonces que un grupo de inquietos por el saber estar bien haya abierto el zaguán de un fin de semana en Córdoba para conversar sobre qué hace feliz al hombre y cómo puede éste manejarse en la vida, animado por un estado emocional que le indique la manera de estar cómodo bajo el cielo.
Córdoba, a base de dar tantos tumbos con su historia, ha creado numerosos alicientes para emocionarse, sentir y reír en este dédalo casi imposible de superar que normalmente es el mundo. Córdoba ha hecho popular, es decir, ha introducido en los corazones de sus vecinos ese elixir especial que las diversas civilizaciones rodadas por ella han ido esparciendo en su atmosfera con la intención de que sus gentes pudieran soportar el paso por la tierra con la derechura de los dignos. El hábito de la conversación, el cultivo de la vecindad, el conocimiento innato de lo esencial (el pan, el aceite, el vino, el frescor del patio y el manejo sabio del pozo con su agua).
Córdoba camina sobre un clasicismo romano que aún no ha descarrilado y administra el sincretismo campo/ciudad como pocas poblaciones en la tierra. La luz la cruza como el rayo láser que indica el cielo, y en sus despensas se conjugan los mejores verbos con las palabras austeridad y necesidad. Córdoba es enjuta, silenciosa y atenta, y Séneca continúa paseando por sus calles.
A todo esto la nueva civilización del dinero le llama pereza y ensimismamiento. Para los nuevos demiurgos del mundo, esos que han medido en dólares los versos de Walt Whitman, Córdoba es un pueblo descolgado de la historia “porque ya no hay ciudades que puedan sobrevivir al margen del patrón dinero”.
Qué sabrán ellos. Son tan simples que llaman parques temáticos a maravillas como esta ciudad (o Florencia) y las comparan con algunos de sus artefactos disneylandianos como el Parque de Orlando.
Ojalá esta jornada sirva para hurgar, también, en la diferencia entre el cartón piedra y la piedra arenisca que arañó en el siglo XI el alarife para dejar grabado en ella una hermosa sura coránica, y que alguien explique cómo la restauración cordobesa no es una casualidad, sino causalidad histórica: de la vieja receta judía aparece hoy la mejor berenjena frita del mundo, y del aceite de la Bética las emulsiones y salsas que más emocionan a los mejores cocineros.

Desconozco si los organizadores de este fin de semana han previsto un programa sobre gastronomía y bienestar para saborear el conocimiento y la vida equilibrada. Sería imprescindible. Otros escenarios tan refinados y consolidados como el Festival de Cine de San Sebastián hace años que incorporan a su tour de cine, emoción, magia y glamour, una sección dedicada al cine y la gastronomía llamada Culinary Zinema. Una ciudad tan unida a ambas industrias de las emociones no podía más que fundirlos. Córdoba debería hacer algo parecido: unir bienestar con su excepcional cocina.

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