La Simulación

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Habrá que seguir el ascenso de Garbiñe Muguruza. Cuando Nadal cae, otra manzana alza el vuelo. Y pedir a un buen dramaturgo que, asistido de sicoterapeuta experto, descubra toda la verdad sobre la vida en un calvario de Iker Casillas. Todo esto lo viviremos y descubriremos pronto.

Otra cosa es averiguar porqué el PP cree que somos tontos. Ahora resulta que toda su travesía hacia la modernidad consiste en meter la gaviota en una jaula circular y hacer pasar por el plasma unos mocetones que no son más que patéticos imitadores del brillante embaucador Albert Rivera.

Rajoy tiene una seguridad enorme en si mismo, sus ideas, su trayectoria y ejecutoria política, pues de lo contrario no autorizaría una comedia tan ridícula como resultó ser la Conferencia Política celebrada el pasado fin de semana. ¡Es qué ni siquiera ha necesitado qué algunos de sus actores amateurs asomen un poquito de tatuaje qué le daría tanta credibilidad! Si nos pusiéramos serios, diríamos que el presidente es un inconsciente que no advierte en absoluto «que los tiempos están cambiando»; si vamos en broma advertiremos que a esta representación le han faltado unas buenas sesiones de swing en el escenario principal, como las que disfrutaban aquellos jóvenes inconscientes que bailaban sobre el volcán del Tercer Reich.

Claro que en el tendido de sol patrio, las izquierdas emergente (el PSOE ya se exhibió envuelto en un banderón y camina en la construcción de un discurso socialdemócrata clásico, allá él) andan tan confusas como determinadas a disputarse la herencia de las mareas triunfadoras. ¡Qué pena, la familia a la greña al disputar cómo reparten el primer sueldo!

Pablo Iglesias (ya lo anotamos aquí) ha venido para quedarse con todo lo que se avista «al norte de Río Bravo». Su marca Podemos es el único hierro admisible. Y la bronca es fina. En España existen hoy tantos grupos de izquierda o más que en los años setenta, cuando el franquismo estallaba. Entonces el PCE se creía el amo del corral, pero las primeras elecciones libres le otorgaron sólo un pequeño rincón del gallinero. Iglesias -que de funambulismo táctico debe estar bien pertrechado- quiere ir a las generales con «todos los gatos en un único saco». Pero, ¿quien deja de ser cabeza de ratón para convertirse en vértebra de cola de león?.

Es toda una historia de suficiencia y poder a la que asistimos, y como todas ellas aburridas hasta que llega el drama. Mejor nos irá escarbando en el temor desconocido de Iker Casillas, el dios apaleado por los celos y la envidia de un poder que se oculta, y soñar que, de nuevo, una tenista dotada de aplaudidas virtudes, nos dará grandes grandes fines de semana de satisfacción.

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