Normalidad en la constitución de los nuevos ayuntamientos. Normalidad y sorpresas también: ese pacto que se rompe media hora antes de la votación o el concejal que cambia de voto un paso antes de rozar la urna. La izquierda se ha encontrado mayoritariamente dando apoyo a la fuerza más votada de entre sus formaciones (son bien significativos los acuerdos entre socialistas y plataformas ciudadanas) y, la derecha también, porque Ciudadanos ha dado decenas de alcaldías al PP, y todas las más significativas. Las grandes ciudades españolas viven la alegría y el vértigo del cambio al encaramarse en sus alcaldías ciudadanos ajenos a la política institucionalizada, surgidos de las batallas contra la vieja política (15-M) y la devastación que trajo la crisis. En el resto de España, PP y PSOE aguantan aunque con las muletas prestadas por las nuevas formaciones políticas.
Sí, normalidad y alegría que pretende ser nublada por el PP cuando lanza el pasado viernes un comunicado/campaña acusando al PSOE, su eterno enemigo/excusa, de «sectario y excluyente» que se «ha lanzado a una carrera desenfrenada de acuerdos con partidos radicales, extremistas, populistas, independentistas…”, etc. O sea, un PP en estado puro, el PP de siempre, ese que tras un triunfo socialista ataca de manera desaforada con la pretensión de deslegitimar resultados electorales o acuerdos políticos, como es el caso.
Los pactos municipales PSOE-PCE de 1979 fueron recibidos como la reedición del Frente Popular en España; la victoria socialista del 82 tuvo un corolario de manifestaciones callejeras y trifulcas mediáticas que duraron meses. Entonces el núcleo del ataque fue que la escuela gestionada por católicos iba a desaparecer arrollada por la pública, con el fin de adoctrinar a nuestros hijos en las ideas marxistas. Cuando ganó Zapatero se trató de dar pábulo a ese bulo de que los socialistas no estarían lejos de los atentados de Atocha. Ahora estamos ante algo parecido.
¿Hará mella en la opinión pública y en el elector esta nueva serpiente, como sí lo consiguiera en otras ocasiones precedentes? Las estrategias del miedo de los populares cada vez son menos efectivas. Los fantasmas que sacan a pasear son tan antiguos que la mayoría de los españoles apenas los reconoce y, por tanto, escasamente les afecta. El problema de esas alianzas de los socialistas «tan peligrosas», de haberlo, lo sufriría el PSOE, pues pudiera salir bien dañado de esta concurrencia en el vuelo con jóvenes halcones de la política, -«tan bellos como ambiciosos» (Whitman)-, que persiguen con tanto ahínco el muy voluminoso voto socialista como el escolar hambriento espera el bocadillo del recreo.