Otro Año

El año 2014 de Europa concluye con un aluvión de 270.000 personas desesperadas de África y Asia que buscan refugio en nuestras  naciones. Son muchas más que en 2013, un 60 por ciento. Llegan apaleadas, hambrientas y asustadas a un continente desconcertado y con importantes averías.

Porque a nuestra manera, también padecemos una grave crisis económica, un paro incorregible y lo que es aún peor: no se vislumbra determinación alguna en nuestros gobiernos para buscar una solución conjunta que nos saque del pesimismo agudo que nos atenaza.

Pero todo esto no es problema alguno para el desheredado y las mafias desalmadas que lo proa contra las costas de Italia, España o Grecia.

Tampoco parece importarles demasiado a los gobiernos de la Europa, aún oronda, del centro y norte. Las únicas atentas a lo que ocurre en el Mediterráneo – carnicero de nuevo- son las jaurías nacionalistas de nuestros países que exigen a sus gobiernos cerrarse en banda y protegerse con el escudo de sus banderas. Todos vemos crecer a los populismos (y algunos advierten de sus consecuencias funestas) pero nadie hace algo más provechoso que no sea vociferar: ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!

Los únicos remedios homologados que se recetan en Europa son cataplasmas de recortes y antibióticos de emprendimiento. Hasta la ejemplar y modélica Holanda legisla que el cuidado de abuelos, niños y discapacitados es «una obligación» de sus familiares. ¡Y algunos pensaban que sólo era Rajoy y su grupo quienes hacían añicos las leyes de dependencia!

Numerosos gobiernos, dopados por tanta dosis ultraliberal, parece que quisieran ahuyentar a tanto desesperado del mundo que busca nuestras costas, advirtiendo que aquí se acabó la época de las vacas gordas, que hace tiempo que no se atan los perros con longaniza.

Sin salir de nuestro país, celebramos como la obtención de un récord que las pensiones suban dos euros o que haya trabajo «al precio que sea». No obstante, es seguro que los más bravos de entre los más pobres de la tierra insistirán en cruzar el Mediterráneo. Aunque luego los aspen, o algo mucho peor.

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