Melopea Catalana

Felipe González es un político -otro más- muy pagado de sí mismo. Se equivoca como todos pero no suele admitir los errores. Se limita a escabullirse y dejar que la niebla o el sol, según las estaciones, den cuenta de sus palabras. El domingo 11 de mayo en unas declaraciones a La Sexta se mostró favorable a un gobierno de emergencia PP-PSOE si las circunstancias lo aconsejaran, aunque matizó «no veo en el horizonte esa posibilidad». Y se montó un gran alboroto. Su partido lo desmintió y, supongo, frió a llamadas y mensajes de reproche. El PP mandó callar sin más pues, al fin y al cabo, la pancarta de que PP y PSOE son lo mismo importa poco a los conservadores ya que el marchamo de la derecha es suyo.

La intriga del caso, sin embargo, estriba en por qué González pronunció estas palabras aparentemente a destiempo y  por qué luego se arrepiente en público de haberlas dicho.

Veamos. En este país nuestro, el Gobierno trata de silenciar en medios de comunicación y redes sociales todo aquello que no le interesa. Uno de esos mutis clamorosos es Cataluña. Aquella comunidad es una tripulación, en buena parte amotinada, al mando de un capitán determinado a desobedecer al almirantazgo. Pero el alto mando no hace lo suficiente para apaciguar los efectos de su largo trago de ron independentista y la melopea segregadora crece. No hay catalán consciente e informado que no traiga el recado de que lo que allí se cuece es gordo. Tanta es la preocupación (expectación también), que sus efectos se encaraman desde hace meses hasta los informes de cancillerías extranjeras y grandes centros de análisis y pensamiento político y económico del mundo. También pican de la jumera nacionalista los servicios de inteligencia, y es seguro que ha entrado ya en las agendas políticas de las grandes potencias occidentales. Porque una de las peores consecuencias del nacionalismo, el separatismo, crece en Europa insospechadamente y amenaza con trastocar la hoja de ruta de esta región del mundo. Lo que ocurre en Ucrania y alrededores, el despertar de numerosos nacionalismos dentro de la vieja Europa, el referéndum escocés y la fiesta catalana parece demasiado importante como para mirar hacia otro lado.

Quizás en todo esto pensaba Felipe González cuando soltó aquello de la emergencia nacional. Igual es un adelantado politólogo que anticipa los desastres que pueden ocurrir el 9 de noviembre catalán. En cualquier caso, la preocupación del veterano político socialdemócrata es para tenerla en cuenta. ¿A quién beneficia mantener a Cataluña en la fresquera?.

2 comentarios en «Melopea Catalana»

  1. Me parece un comentario muy atinado. Hace tiempo que se ve evolucionar el problema. ¿Tendrá, al final, un arreglo a gorrazos o algo así?.

  2. Me agrada encontrar observadores que aventan los discursos para que el viento se lleve la paja y nos dejen el grano limpio. Los que no estamos preparados para interpretar mensajes sutiles en las declaraciones de personajes como Felipe González, tratamos de buscar otras señales. Yo procuro observar los movimientos de las alimañas. En el conflicto catalán, los empresarios, banqueros, y gente adinerada no parece que hayan olido negocio. La vieja, astuta y despiadada zorra debe estar husmeando, con su olfato experimentado y sutil, alguna señal para posicionarse y agarrar su bocado cuando salte la presa.

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