Gabo

Sí, la muerte de Gabriel García Márquez enluta la Semana Santa de 2014. Toda la iconografía católica, con su dolor festivo, ha quedado sepultada por la noticia del fallecimiento de un novelista, «el más grande colombiano de todos los tiempos», según sentencia del Presidente Santos. Porque hace falta ser inmenso para alcanzar el milagro de ser el más grande de un país tan grande como Colombia. Sin embargo, nadie que se haya perdido entre «la hojarasca» de su literatura tiene duda de ello. Quienes nos iniciamos en la magia de la novela con sus primeros libros («El coronel no tiene quien le escriba») y de otros tribunos de esa corte feracísima en el cultivo de la palabra y el asombro, como Juan Rulfo («El Llamo en Llamas») o Vargas Llosa ( «Los Cachorros»), no tenemos ninguna duda de ello. Todos reconocemos su jerarquía, y los que no lo creen así, callan.

García Márquez creó un nuevo mundo trabado en Caribe y sueño, Macondo, que atrajo la mirada del mundo hacia la literatura en lengua española
como no había ocurrido desde el siglo de oro. Él, junto al apolíneo Borges, con su distancia irónica y esas pepitas de literatura divina que extrajo de los hondones de sus conocimientos, recolocaron la literatura en español en los pedestales más altos cuando, precisamente, la furia invasiva del inglés comenzaba a ser demoledora.

Con García Márquez reapareció en nuestra lengua el narrador sin adjetivos, el contador de cuentos, el creador de mundos, hacedor de misterios y miedos y componedor de personajes más fecundo y de largo aliento del último siglo. Algunos le comparan con Cervantes por su capacidad visionaria para crear un nuevo mundo dentro de la galaxia de la literatura – que entierra lo anterior tras extraerle el tuétano – y abrir la lengua y la literatura en español a un largo ciclo de novelistas y vates que, desde el «Relato de un naúfrago», no para de reproducirse y asombrar.

No espero a que se agoten las liturgias funerarias y se cierren las voces del homenaje para observar como decanta la memoria de Gabo. Lo sé. Pervivirá por mucho tiempo. Libros como «Cien Años de Soledad» o «El Amor en los Tiempos del Cólera» son fuentes inagotables de inspiración futura.

Un comentario en «Gabo»

  1. «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.»
    Y muchos no lo hemos olvidado después de tantos años.

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