Rajoy es muy dado a poner sordina a todo aquello que no le gusta o molesta. Normalmente llega a conseguirlo. Es un maestro de los silencios y los mutis por el foro. Sostiene con tesón que si los suyos no hablan de lo que no les interesa: desempleo, recesión, recortes, Bárcenas… limitan de manera muy notable el efecto demoledor que estas catástrofes tienen sobre su gobierno y el PP.
En este claustro románico para el silencio y el olvido también ha metido a Cataluña y su declarada marcha hacia la independencia. Ha decidido -como en el caso Bárcenas – que lo de Cataluña no es un problema político sino exclusivamente judicial. Serán los tribunales, cuando toque, los que decidirán sobre la legalidad o no de los pasos hacia la secesión iniciados por el independentismo catalán. Por ello se afana en dotar a Cataluña de una fiscalía rocosa en cuanto a la españolidad y en la promoción hacia la presidencia del Tribunal Constitucional de un proclamado centralista.
Los curioso, no obstante, es que el frente independentista (que crece día a día) lo sabe y no parece disgustarle la fórmula. En primer lugar, porque le está dejando todo el campo libre: nadie achica espacios. Y también porque no hay una voz sensata que diga a los catalanes en sus casas y centros de trabajo ¡adónde vais!. Sólo se habla del único camino: el que les lleva a la independencia.
Hace tan sólo un año muchos creían que la independencia de Cataluña era más una quimera que una posible realidad. Hoy ya no son tantos. Y pronto los raros serán quienes duden de que una Cataluña independiente es posible. Más, y sobre todo los líderes de ERC más inteligentes desde la República, están haciendo bien sus deberes. De momento, están a punto de zamparse al PSC, el partido que estabilizó durante décadas las relaciones ente Cataluña y Madrid, al tiempo que una estrategia finamente diseñada para hacer posible las condiciones reales de la secesión, se va cumpliendo paso a paso.
En 2014 la tensión Madrid-Barcelona llegará a asustar si Rajoy no sale de su particular cartuja. Porque los esfuerzos, aunque muy meritorios, de los socialistas y el centrismo posibilista por buscar una respuesta federal que evite el choque de poco pueden servir ya.