Bankero

Miguel Blesa
Fotografía: Miguel Blesa

 

Miguel Blesa
Miguel Blesa

Un juez ordena ingresar en prisión a un banquero y se monta la de dios. El manto del drama vuelve a caer sobre España, y hasta aparecen apocalípticos que recuerdan cómo hacía 20 años que un banquero no pisaba la trena: desde Mario Conde. Pero no es entendible tanto susto. Lo extraordinario era lo que venía sucediendo hasta este momento, pues pocos comprendían que no hubiera responsables de una banca hundida y tanto ahorrador y depositante timados. Así pues, la decisión de un juez de llevar a prisión a Miguel Blesa, expresidente de Caja Madrid, aunque sea por unas horas, debería abrir una escotilla a la esperanza.

Aunque no deberíamos echar las campanas al vuelo. Llevar a prisión a los poderosos requiere de numerosos trámites. Y más si estos hombres son, o han sido, banqueros y tienen fuertes apoyos y amigos en la alta política y la judicatura. Así pues, lo sensato es ser prudentes. Ahora que Blesa ha salido de prisión, tras pagar 2,5 millones de euros de fianza, se le procurará un contumaz limpiado de imagen y, luego, se le conducirá a la estación del silencio junto a Rodrigo Rato. Y los grandes bufetes y las influencias intensificarán sus tratos.

Su victoria, y la de decenas de encausados en el ámbito financiero, sin embargo, no está asegurada. La justicia es lenta y los jueces y fiscales bien dispares; y están ajetreados y hastiados como la mayoría en España hoy. Pero necesitamos confiar en ellos. Sobre todo porque un atropello como el de Bankia -que nos cuesta 25000 millones de euros a todos- no puede quedar totalmente impune si queremos hacernos respetar como españoles en el futuro. En este banco de cajas se han dado cita (y han medrado) las peores prácticas conocidas durante los años del boom económico (1997/2009). Necesitamos con urgencia un Tom Wolfe que nos haga un relato a dentelladas y un José Luis Sampedro que, después de leer los informes del Banco de España y la instrucción de la Audiencia Nacional, lance un panfleto acusatorio que contenga todas las letras de la verdad.

Si, que un banquero pise la cárcel no es el drama, lo tremendo es que nadie procure remedio a los millones de abuelos estafados con las preferentes. Y que los paraísos fiscales sigan guardando el secreto de tantas comisiones y regalías como procuró a demasiados aquello de «ganar valor para el accionista».

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