De Bárcenas a Cataluña. Ese es el camino que intenta trazar el Gobierno desde el pasado viernes 8 cuando la vicepresidenta Sáenz de Santamaría anuncia que el Ejecutivo se acogerá a la vía de impugnar ante el Tribunal Constitucional la declaración soberanista del Parlamento Catalán. Se trata sobre todo de escapar de ese agua cociendo que escalda, llamada cuentas «b» del PP, para colocarse en otro escenario de la batalla política que resulte más cómodo al Gobierno: el palo al independentista catalán. Y como a menudo sucede en estos cambios de ritmo y discurso políticos, el Gobierno se agarra a un informe de la Abogacía del Estado que ve la declaración como un acto inconstitucional. Se pretende trasladar que no es el Gobierno quien toma la iniciativa, sino que es la ley, interpretada por los funcionarios de élite, como son los muy guay abogados del Estado, la que lleva a Rajoy a adoptar esta determinación.
A partir de ahora se hará todo tipo de esfuerzos para que, a toda prisa, la información sobre corrupción y anexos mute progresivamente en clamor contra la independencia catalana. El objetivo es descolgar de las portadas las caras atribuladas de populares en apuros y encaramar en su lugar al felón separatista y compañeros de viaje. Porque en el PP no se desconoce que, a pesar del ruido que propician y las amenazas como dagas que penden sobre todo aquel que descantille, aún tienen sus buenas semanas hasta salir del presente basural. Por ello necesitan con urgencia abrir nuevos frentes de conflicto que atrapen la atención y el periodista no se detenga en los confetis que regalaba la Gürtel al matrimonio Sepúlveda-Mato.
Claro que nadie nos asegura que esta nueva pelea pueda ser de interés para el país. Sospecho que nos hundirá más en el descrédito internacional y el hastío propio. Un gobierno en apuros que atiende con excesiva preferencia aquello que Weber llamaba «los valores perversos del poder» deja de interesarse por los problemas del ciudadano. Y el ciudadano español desea empleo y acabar con la corrupción. Sobre la primera catástrofe patria se nos dice que todo empezará a ir mejor el año que viene. En cuanto a la corrupción propia simplemente se niega.