Ahora todos se lamentan del retorno de Berlusconi a la primera plana de la política tras su anuncio de que competirá en las próximas elecciones legislativas de febrero en Italia. Sin embargo, lo primero que hay que preguntar es qué han hecho esos alarmados europeos de ahora, sean éstos empresarios, políticos o periodistas, para impedir que esto pudiera suceder. Parece que bien poco.
Monti llegó a ser primer ministro de Italia de manera harto anómala. Berlín, Bruselas y la opinión publicada europea detestaban a Il Cavaliere por la manera en que afrontaba la crisis económica de su país ya que comprometía a la estabilidad de la misma UE y, sobre todo, contrariaba a Berlín. Su manera de hacer, crítica y desafiante, amenazaba con que su caída arrastrara a la misma moneda europea. Fue por ello que se urdió una presión enorme que forzó su salida de Palazzo Chigi. Su sustituto, Monti, un impecable tecnócrata europeo, después de sortear fuertes -y bien fundadas- críticas sobre la anomalía democrática de su nombramiento, se puso manos a la obra y pronto sus maneras, habilidad política y contactos, junto con una nada despreciable determinación política, llegaron a imponerse sobre el bunga bunga que era la Italia de Berlusconi. Incluso llegó a sacar a su país de ese pim pam pum de la prima y los rescates.
Pero necesitaba algo más. Principalmente que Berlín le ayudara o que sus numerosos amigos de Bruselas fueran más eficaces ante Merkel y su bunker fundamentalista en la defensa de su proyecto de “salida gradual y habilidosa” de la gran deuda italiana. Y no hubo nada, o muy poco. Así las cosas, en vísperas de unas elecciones generales -previstas desde hace más de dos años-, sus resultados no podían ser buenos. Berlusconi lo ha visto y busca la oportunidad del desquite. Cuando anuncia que aspira de nuevo a gobernar Italia, también está denunciando si para estos resultados le echaron de una patada en el culo de Primer Ministro.
Definitivamente, Alemania va a la suya. Cada día que pasa le importa menos una Europa que no esté a su orden. Como escribía esta semana en El País el profesor Sánchez i Marco “derrumbado el muro de Berlín y saldadas las deudas morales de la II Guerra Mundial, Alemania se encamina hacia Rusia por razones de dependencia y seguridad energética; y a China para asegurarse mercados de exportación de su industria”. Merkel colocó a Monti al frente del Gobierno italiano, pero luego se olvido de él. Es un episodio más de su forma de actuar en los últimos tiempos que no es otro que debilitar el compromiso europeo día a día y de manera acelerada aprovechando la crisis económica.