Desahucios

Protesta contra los desahucios
Fotografía: Protesta contra los desahucios
Protesta contra los desahucios
Protesta contra los desahucios

Ahora la portavoz del Gobierno anuncia que hablan con los socialistas para poner coto a esa canallada de los desahucios de su vivienda a los que nada tienen. Pero hace escasamente cuatro meses el tándem Montoro-De Guindos se ufanaba del acuerdo alcanzado con los bancos para atajar tamaña crueldad. ¿Será verdad que a partir de ahora les sobrevendrá la piedad a los desalmados?. No es probable. Al menos todavía no. El escándalo de abuelas arrebujadas en los portales y sus hijos arrojados en trasteros y naves prestadas (o arrolladas), es aún soportable para ellos. Llegarán a un acuerdo escrito en una jerga ininteligible que permitirá a algunos permanecer en sus casas embargadas pocos meses más, aunque, igualmente, acabarán expulsados. El Gobierno está por admitir una prórroga que ayude a bajar la hinchazón social, nada más. La dación en pago es todavía aquí como la montaña para Sísifo: un imposible. Los bancos no lo permiten y al concepto de justicia que maneja el Gobierno le repugna. En este tema sangrante estamos lejos de Europa. Hasta el Reino Unido, el territorio que noveló Charles Dikens, es más clemente.

Dramas en vivo como el de los desahucios en España muestran de manera nítida los valores que destacan en el alma de las sociedades. Y la nuestra da miedo.

En nuestro país se ha echado de sus viviendas a más de 400.000 propietarios (y 200.000 que están en camino) sin que un solo diputado haya incendiado el Congreso con palabras justas. Es seguro que buena parte de los desahuciados de ahora acudieron a la compra de vivienda, primero, a causa del reclamo que traía el sonajero de los bancos y, luego, porque en el cortex próximo de su memoria una voz conocida le aseguraba que el mejor esfuerzo que puede realizar el pobre en su vida es el de asegurarse un techo para la vejez. Porque la obsesión del español por tener una vivienda en propiedad se debe al recuerdo que tienen de sus abuelos, enfermos y pobres, en la calle o casi. ¿Quiere la España del siglo XXI parecerse a la más cruel del XIX y XX?. Está en manos del Gobierno.

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