Montoro estaba tranquilo: «somos demasiado grandes para que Europa nos deje caer», decía. Dos semanas después es muy probable que no piense igual. El problema ahora es si existe en nuestro mundo un ente o institución tan fuerte capaz de impedir que sea Europa la que se despeñe. Porque estamos en esas. La UE se está metiendo en tal lodazal que a lo peor es toda ella la que se va al carajo. España contra Bruselas y Alemania contra todos. Pero también Italia anda sulfurada con Austria, los franceses más silentes y afanados que nunca en quien sabe qué, y los ingleses a lo suyo como siempre.
El momento no parece que sea el de grandes políticos y las ideas brillantes, de hecho no se tiene rastro alguno de que unos y otras se den en nuestro continente hoy. Debería ser la hora de los historiadores. Estos tendrían que recordarnos episodios antiguos similares a los que vivimos y refrescarnos la memoria con sus finales de catástrofes colectivas por si acaso en Bruselas y en Berlín caen en la cuenta. Porque nos deslizamos peligrosamente hacia ese lugar llamado sálvese quien pueda al grito de «yo no fui».
Sobre España y Europa se ha levantado una ola de desconfianza increíble que nos puede desbastar cual un tsunami. Nuestro gobierno ha tirado la toalla y los alemanes ya levantan un muro con la añoranza de su marco. El egoísmo, el prejuicio y el miedo son más fuertes que los datos objetivos y el sentido común. Ahora resulta que, según Merkel, hemos vivido en el error desde que nace el siglo XXI. Pero nunca hasta ahora lo advirtió. Es verdad que nos pasamos con el ladrillo y las cenas en la playa, pero fueron los alemanes quienes más provecho sacaron al vendernos sus máquina, y mucho más, que pagamos con el dinero prestado por sus bancos.
Ahora nadie se acuerda de nadie pero nuestra ruina y su abundancia salen de la misma ecuación. Claro que durante demasiado tiempo nos hicieron creer que todo era responsabilidad de un tal ZP, y perdimos años en ajustes de cuentas internas. Si hubiéramos buscado aliados para hablar con Alemania en igualdad de fuerzas acaso España no fuera hoy un país sitiado, sino un gran campo de batalla para la defensa de Europa.