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Lo siento, ya no hay marketing que valga. España luce ojeras hace tiempo y no hay maquillaje que las cubra ni quien se crea que venimos de una juerga. En esto, una inciativa inspirada en la creencia de que poniendo una sonrisa y otro algo -cualquier cosa simbólica- de nuestra parte vamos a darle la vuelta a la crítica situación, en fin, me parece un acto de buenismo burgués en tecnicolor.
De acuerdo que es legítimo que las ONG´s busquen el apoyo ciudadano; han salido mal paradas en los PGE de este año y las campañas de captación de socios que hacen por libre solo fidelizan el «no» por repuesta, pero el recurso a los rostros amables, la acción original y la psicología subliminal me parece que no cuelan a estas alturas de la crisis. Y más cuando familias desahuciadas, trabajadores despedidos y jóvenes sin futuro piden desde hace meses, día tras día, que se despierte el sentimiento de colectividad y no parecen tener demasiado éxito. Y eso que no apelan a lo feliz que nos hará luchar a su lado, sino a los derechos que todos estamos perdiendo negro sobre blanco en el BOE.
La solidaridad es un valor que identifica a nuestra sociedad y podemos confiar en nosotros para aguantar la crisis e incluso salir fortalecidos. Reconozcamos, pues, el esfuerzo de familias y amigos para no ahogarnos todos con las nuevas cuentas del Gobierno, Merkel, Draghi y Lagarde, pero no jueguemos a que vivimos en un país que ya no existe.
A estas alturas, estos ejercicios creativos tan blandos parecen cucamonas.