Anotemos hoy que el Gobierno tiene habilidades también. No solo los silbidos de la guadaña y el aliento de nuestra vieja derecha centralista y católica son los caracteres que le dominan. El equipo de Rajoy, a diferencia de los gobiernos de Aznar o Zapatero, se encoge o muta con mayor presteza y evidente disimulo cuando mete la pata hasta el corvejón. También aparenta manejarse con mejor muñeca en el tráfago de los asuntos oscuros y difíciles. Incluso su ferocidad reformadora -que tan especiales placeres proporciona a Aguirre, Cospedal o Montoro-, podría matizarse o ser escamoteada llegado el caso y si ése fuera su interés. Con la victoria de Hollande veremos a nuestros conservadores encerrar un buen puñado de palabras y dar suelta gozosa a otros discursos.
Prueba de estas afirmaciones la tenemos en el episodio americano de incautación de empresas españolas por gobiernos radicales y populistas. Cuando la presidenta de Argentina permitió el vuelo de rumores sobre la intervención de YPF, nuestro gobierno se precipitó en proclamas amenazantes contra la dama de la Casa Rosada y Argentina, y llegó a pronosticar que el mundo bloquearía la economía del país de los gauchos. Pero nada de ello ha ocurrido, y nuestro gobierno escamotea su ridículo a golpe de silencios y silva cuando Evo Morales (¿es necesario recordar lo que han dicho de este hombre las derechas política y mediática españolas los últimos años?) nacionaliza la española Red Eléctrica boliviana. Ha aprendido rápido. Empieza a entender que la mejor ayuda que puede prestar a nuestras empresas es quedarse a un lado y dejar hacer a otros.
El viscoso manejo de los problemas del Norte, por otro lado, se lleva desde el Gobierno con un tran tran desmayado y en apariencia torpe mas, burla burlando, el PP nos viene haciendo olvidar de todo cuanto dijo, al tiempo que se apropia de las políticas que tanto atacó sin que apenas lo apreciemos. El trabajo del Ejecutivo es tan ladino como impagable la ayuda que recibe de los socialistas. Si el entendimiento con ETA encarrila al cabo, incluso Mayor Oreja se apuntará al éxito.
Así pues, cuando la motosierra reformadora del Gobierno no tenga más roza por hacer -o la calle y otras presiones la detengan- el Ejecutivo cambiará el discurso y contará que todo fue una saludable y necesaria poda de invierno.