La empresa periodística se muere. Su mal es idéntico al que desangra hoy por la garganta a tantas miles de empresas de todo tipo. Se llama crisis económica y deja las redacciones en penumbra y los estudios de grabación en silencio. Las consecuencias inmediatas son comunes a todos los demás persianazos: paro, decepción y mucho miedo. Leer el Libro Negro del Periodismo del profesor Díaz Nosty da escalofrío. Los periodistas son los trabajadores mas apaleados después de los albañiles y otros oficios cercanos al ladrillo. Pero su llanto se oye menos. Tiran de orgullo y callan guardando el mal arrebujado en el estómago.
El periodista y sus próximos: técnicos en múltiples disciplinas, pero también guionistas, informáticos, productores, etc. sufren su golgota más difícil en décadas. El viernes pasado cerró el diario Público, otro más, aunque muy llamativo, de los cantos rodados que arrastra la riada. En 2011 se han cerrado no menos de ochenta ventanas abiertas al público destinadas a informarlo, entretenerlo, hacerlo más digno (y en ocasiones más embeleco, también). En tres años han perdido su empleo 5.000 periodistas y otros tantos esperan en la sala de la agonía esa parca llamada cierre, privatización, ERE o una nueva rebaja de sueldo.
Cuando un medio de comunicación que ha llenado los pulmones de satisfacción a miles de ciudadanos cae, se lleva con él ese aire que hizo feliz a quien lo siguió durante años. Y ese lector, ese oyente, ese espectador será mas frágil siempre. Un medio que desaparece nunca será sustituido por otro. Son construcciones humanas únicas. Además, esta crisis de medios anuncia otro pasmo aun más grave: se llama deterioro de la libertad y del conocimiento. Los medios de comunicación plurales son el abono natural de la libertad y las democracias. Sin su concurso nuestras sociedades mutan hacia la decadencia y, en ocasiones, la barbarie.
A los grandes grupos de comunicación españoles y del mundo que crecen con la adquisición de los materiales de este derribo ya no les interesa casi la noticia y esa quimera en que se ha convertido la búsqueda de la verdad. El valor al que atienden se llama dinero y poder. Sé que hay muchos periodistas -acaso los mejores- que sostienen que el periodismo saldrá adelante porque siempre habrá necesidad de que nos cuenten qué pasa mas allá de nuestras casas. Ojalá sean tan buenos profetas como plumillas.