El Silencio

Los silencios deberían ser como los de Rajoy: clamorosos, que todo el mundo los sintiera como algo físico y real, que se pudieran tocar y medir y discutir sus razones y consecuencias. El silencio es lo que le está saliendo mejor al flamante Presidente desde que ganará las generales de noviembre. Ese resguardarse del mundanal ruido aumenta de manera muy notable el interés de los españoles y muchos que no lo son. ¿Qué hará?, ¿qué no hará?, ¿qué pensará?¿ qué no pensará?. Además, estos larguísimos mutis cuando no hay liga, ni fórmula 1, ni ciclismo… con los que entretenerse deben ser muy especiales. Algo deben de traer, más de un buen fruto caerá tras el éxtasis navideño. Pero, ¿cuál?. Entre los suyos, los sociólogos y periodistas se cruzan apuestas. Aquellos que más le deben dejan caer como sin creerlo que hablará cuando culmine este primer paquete de reformas y tantee en Bruselas el ánimo de Europa sobre nosotros. Los más independientes afirman que son otras las causas que conducen al Rajoy mudito. Recela de que su menguada popularidad comience a resentirse nada más comenzar la legislatura, cuando restan cuatro años de mandato y todos los tresmiles por escalar. Y con mayor razón si el espantajo primero del que ha de defenderse se llama  mentira por negar una subida de impuestos luego realizada.

Puede que se deba a todo lo anterior y mucho más, pero conocemos notas de su carácter y personalidad que evidencian como el Rajoy de retiro y silencio no es del todo desconocido.

Es un político reputado por no decir nunca nada que salga fuera del mantra o la salmodia partidaria que toque en cada momento, por haber dado acaso media docena de entrevistas en prensa de prestigio en cuatro años y  por haber estado cerca de un año sin comparecer en rueda de prensa abierta. Es pues, un político huidizo y tímido que se escabulle de los foros. Todo todo lo contrario del político moderno. 

Pero aún así ha ganado las elecciones por mayoría absoluta. ¿Por qué había de cambiar su forma de ser y hacer ahora?. Lo más probable es que procure aparecer menos aún que cuando era oposición porque la sobreexposición pública le quema más que a otros y, además, sus fieles votantes no se lo tienen en cuenta. Otra cosa será la inquietud que genere tan espeso silencio en Europa y otros puntos calientes para los intereses españoles. Pero incluso esa debilidad la puede mitigar con buenos portavoces y mejor diplomacia. Claro que todo está por ver. De momento, corresponde a la oposición y la prensa hacerle salir del cenobio de silencio en que se encuentra. Me temo que los primeros no tienen la fuerza suficiente y los editores andan desganados.

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