

Los ciudadanos dan al PP el Gobierno de España de manera clara. Como en otras ocasiones de crisis, el votante español opta con nitidez por una fuerza política que le saque de las penurias. Los resultados no admiten dudas, el PP tiene todas las cartas en las manos para jugar la partida de un país en crisis.
El PP ganador obtiene la mayor victoria de siempre y, por tanto, la más grande responsabilidad. Nunca antes, si exceptuamos la experiencia de la UCD pionera de Suárez, la derecha obtuvo tanto poder institucional, pero también tamaños retos por delante. Si Suárez en 1977 iniciaba el camino excitante pero incierto de la democracia, la tarea de Rajoy no es menor. La crisis económica de la España europea es tan fenomenal que se antoja tarea de titanes sortearla.
Esta abultadísima victoria popular la obtiene un partido liderado por un Mariano Rajoy que hasta hace pocas semanas nunca obtuvo el aprobado de los españoles. Este dato solo es comprensible si observamos el tremendo batacazo electoral del PSOE. Los estudiosos que sostienen que las elecciones no se ganan sino que las pierde el contrario, podrán dar brillo a su ego con ejemplos como el que ha dado nuestro país. El PP ha sido colocado ante su mayor responsabilidad histórica como partido y el PSOE ante un debate interno tan decisivo, al menos, como el que librara en Suresnes al inicio de los años setenta.
La crisis económica ha aupado hasta una victoria total a un candidato gris como Rajoy y apeado del gobierno al partido que más años gobernó España desde la muerte de Franco. Todo indica que iniciamos un nuevo tiempo político dominado más por la incertidumbre que la esperanza.
Lo que suceda en Europa será más determinante que aquello que decida La Moncloa, de la misma manera que los mercados mandarán más que los boletines de los estados.
Es tiempo para grandes políticos pero nadie los ve sobre la lona.